La despenalización de las injurias se suma a la lista de medidas para debilitar la Monarquía.

El gobierno de Pedro Sánchez ha dado esta semana un nuevo paso para tratar de debilitar la Monarquía. Seis años después de llegar al poder, la Corona sigue siendo la única institución que Sánchez no ha podido controlar. Pero, a lo largo de este tiempo, el político socialista ha ido desarrollando una estrategia con la que trata de socavar la institución y complacer a sus socios separatistas y republicanos. Esta ha sido la hoja de ruta de Sánchez contra la Corona:

Suprimir la inviolabilidad del Rey

El primer debate que Sánchez provocó para intentar debilitar la figura del Rey fue el de la inviolabilidad. Apenas llevaba unos meses en La Moncloa cuando hizo suya la reivindicación de Podemos y se mostró a favor de suprimir la inviolabilidad del Rey. En aquel momento llegó a decir que estaba «convencido» de que el propio Don Felipe estaría de acuerdo.

Sánchez tuvo que descartar esta idea, porque la supresión de la inviolabilidad exige reformar la Constitución por el procedimiento agravado (mayoría de dos tercios en ambas Cámaras, disolución de las Cortes, convocatoria de elecciones, referéndum…). No obstante, de cuando en cuando airea la idea para complacer a sus socios.

Vetar la presencia del Rey en Barcelona

En septiembre de 2020, el Rey no pudo entregar por primera vez en veinte años los despachos a la nueva promoción de jueces porque Pedro Sánchez vetó su presencia en ese acto, que se celebra todos los años en Barcelona. Aquella fue la primera vez que trascendió que el gobierno socialista estaba utilizando la figura del refrendo constitucional para controlar al Rey.

La fallida ley-trampa de la Corona

Con la excusa de modernizar la Monarquía, Sánchez intentó sacar adelante una ley de la Corona para someterla al control del gobierno y encorsetarla. Aunque el presidente del PP en aquella época, Pablo Casado, apoyó inicialmente esta iniciativa-trampa, al final Sánchez tuvo que abandonar su propuesta porque no reunía apoyos suficientes para realizar esta reforma.

Acaparar la política exterior

En cuanto Pedro Sánchez llegó a La Moncloa, empezó a acaparar la política exterior y a dejar la actividad internacional del Rey reducida a la mínima expresión. Don Felipe no ha vuelto a intervenir en ninguno de los foros importantes, como son la Asamblea General de Naciones Unidas, donde habló en 2014 y 2016, ni tampoco en el Foro Económico Mundial de Davos, en el que pronunció un discurso en 2018. Ahora es Sánchez el que va todos los años a estas tribunas internacionales.

Presupuesto congelado

El presupuesto que el Estado asigna todos los años a la Jefatura del Estado, de 8,4 millones de euros, permanece congelado desde que Sánchez llegó a La Moncloa, mientras que los demás órganos constitucionales han experimentado subidas. El único incremento que se ha producido en estos seis años ha sido de 544.000 euros, para compensar los costes asumidos previamente por la Casa del Rey: pagos a la Seguridad Social y aumento de sueldos al personal público decretado por el gobierno.

Primero Sánchez, luego el Rey

A lo largo de la democracia, los distintos gobiernos han cedido al Rey el protagonismo en los asuntos más relevantes, como cumbres internacionales, visitas de mandatarios, inauguraciones de grandes infraestructuras o visitas a zonas afectadas por tragedias o catástrofes. Sin embargo, Sánchez siempre trata de adelantarse al Rey, como ocurrió con el viaje a Cuba, con la visita a los afectados por el volcán de La Palma o cuando vinieron a España los familiares de los rehenes de Hamás.

Indultos y amnistía

La decisión más dañina para la Corona adoptada por Pedro Sánchez ha sido la aprobación de la ley de Amnistía y de los indultos a los implicados en el golpe separatista de 2017. El perdón a los golpistas suponía desautorizar el discurso que el Rey pronunció el 3 de octubre de ese año, con el que consiguió paralizar el proceso separatista.

Utilizar al Rey como coartada

Sánchez ha llegado a utilizar al Rey para dar apariencia de verdad a sus golpes de efecto, como hizo el pasado mes de abril, cuando se retiró cinco días a meditar. Después, hizo creer que iba a dimitir y filtró que iba a La Zarzuela a ver a Don Felipe para reforzar la escenificación de su montaje político.

Plantones, retrasos y malos modos

Son innumerable los plantones, retrasos y muestras de falta de modales del presidente del gobierno hacia el Rey en estos seis años de gobierno. Sánchez ha llegado a hacer esperar hora y cuarto a Don Felipe y a otros 70 invitados en el Palacio Real con la mesa puesta para cenar. Muy sonadas han sido también sus posturas con las manos en los bolsillos o su tendencia a pasar él primero.

Despenalizar las injurias

El último intento de Sánchez de debilitar la Corona consiste en despenalizar o rebajar las penas del delito de injurias al Rey y a los demás miembros de la Familia Real. Sánchez lo justifica con la excusa de la libertad de expresión, que nada tiene que ver con las injurias. Además, la Casa del Rey nunca ha denunciado a nadie por injurias en los casi 50 años de democracia; lo han hecho los fiscales de oficio cuando han apreciado indicios de delito.

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