Luego de que los talibanes tomaron Kabul y los afganos, desesperados, inundaron el aeropuerto de tratando de escapar del país, la canciller de Alemania, Angela Merkel, expresó su consternación: «Los acontecimientos son amargos, dramáticos y terribles”, dijo en una conferencia de prensa, el 16 de agosto. «Ahora parece que todo ha sido en vano”.
Para Alemania, cuyo Ejército pasó casi 20 años en Afganistán, el costo humano y económico ha sido significativo. La Bundeswehr entró a Afganistán para apoyar a Estados Unidos luego de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, en lo que se convertiría en su mayor misión, y la de más larga duración, en el extranjero. Durante ese tiempo, Alemania se comprometió con el proyecto de reconstrucción del país, pero ahora esas esperanzas se han desvanecido.
El candidato a canciller por la Unión Demócrata Cristiana de Merkel, Armin Laschet, habló de un gran golpe a las relaciones transatlánticas y lamentó las decisiones del presidente de Estados Unidos, Joe Biden. «Me decepcionó su anuncio, el 14 de abril, sobre que implementaría al pie de la letra la orden de retirada de tropas de Afganistán dada por Donald Trump sin involucrar completamente a los aliados en esa decisión trascendental”, dijo Laschet al periódico alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung a mediados de agosto.
«Es una gran pérdida de confianza. En particular, en cuanto a la capacidad de Estados Unidos como poder militar”, señaló el analista político Stephan Bierling, de la Universidad de Ratisbona. «Después de cuatro años catastróficos bajo el gobierno de Trump, teníamos una imagen muy positiva de Joe Biden. Ahora el ánimo está cambiando”.
Alemania-EE. UU.: una relación desigual
Tras la II Guerra Mundial, EE. UU. jugó un papel de liderazgo en el establecimiento de Alemania Occidental como democracia liberal, con sus instituciones y su libertad de prensa. EE. UU. proveyó la seguridad en tiempos de la Guerra Fría, asegurando que Alemania Occidental siguiera existiendo junto con la comunista Alemania Oriental.
Corrientes pro-estadounidenses en la sociedad alemana occidental respaldaron lazos más profundos entre ambos países, pero también hubo reparos, en especial, en lo que concierne a la dependencia de EE. UU. en cuanto a seguridad.
Se trata de una relación bilateral que ha sufrido altibajos. La Guerra de Vietnam fue uno de ellos. En Berlín Occidental hubo manifestaciones con cerca de 12.000 personas contra la guerra en 1968. Entre ellas se contó el escritor Friedrich Christian Delius. «Esa decepción sobre que los estadounidenses, a quienes admirábamos, iban a una guerra que era, por así decirlo, completamente contraria a nuestros principios, nos movilizó y nos molestó, como molestó a miles de estudiantes estadounidenses en ese momento”, dijo el autor a la emisora pública Deutschlandfunk, mirando en retrospectiva a esos sucesos de hace 50 años.
Alemania se negó a la llamada de EE. UU. para que participara militarmente en Vietnam. En lugar de eso, se embarcó en una misión humanitaria, enviando un barco hospital a la zona en guerra, en 1966, coordinado y equipado con personal de la Cruz Roja Alemana (DRK).
EE. UU. y Alemania, divididos por Irak
Otro golpe para la imagen de EE. UU. en Alemania se produjo en 2003. Aunque Washington, bajo la presidencia de George W. Bush, urgió al gobierno alemán a participar en la guerra contra el régimen de Saddam Hussein en Irak, el entonces ministro alemán de Relaciones Exteriores, Joschka Fischer, del partido de Los Verdes, dijo una frase legendaria: «No estoy convencido”. Las dudas sobre las razones presentadas para invadir Irak se basaron en las conclusiones del servicio de inteligencia exterior de Alemania. «De acuerdo con nuestras informaciones en ese momento, los motivos que Colin Powell había dado ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas no fueron fundamentados, contrariamente a su versión, y resultaron ser falsos”, dijo el entonces presidente del Servicio Federal de Inteligencia (BND), August Hanning
Alejandro Ramírez Saavedra
CEO
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