Por José Rosario Delgado
Si algo prometieron los felones de la traición fue la guerra. Guerra a la institucionalidad. Guerra al Estado de derecho. Revolución pacífica, pero armada hasta los dientes. Guerra exógena y guerra endógena. Guerra asimétrica y guerra económica. Guerra agronómica y guerra astronómica.
Toda palabra y toda acción de los sediciosos del ’92 eran de estrategia y táctica militarista y guerrerista. No hubo secreto. Todo fue dicho y todo está consumado.
Lo que ocurre a venezolanos dentro y fuera del país es un espectáculo grotesco y primitivo en el cual espectadores y expendedores se dan la mano para buscar audiencia en los mass media y las redes sociales.
Los venezolanos en el exterior, que salieron huyendo del hambre y de la miseria, buscando un plato de comida para ellos y sus hijos, bienestar para su familia, están muy mal o peor que los que nos quedamos aquí, y no por ganas… Muchos que vaciaron sus cuentas y vendieron propiedades para emprender el viaje, han quedado sin dinero y sin bienes. Sin Dios ni Santamaría. Salieron obstinados de la temible y feroz tiranía y fueron sorprendidos por un terrorífico y letal virus en países con economías paralizadas, donde no deben ni saben moverse y no pueden hallar empleo, en Europa, Norteamérica ni mucho menos en Latinoamérica, por más cubiertos de títulos y posgrados que estén.
Algunos ocupados son humillados y pateados con empleos indignos, de la peor calaña, aceptados por pensar en la familia que en Venezuela espera ansiosa y angustiada la remesa para la compra de alimentos y medicamentos. Y los que aguardan aquí piensan que todo por allá es mantequilla u hojuelas de maíz sobre miel de abejas.
«Hay tantas cosas que están pasando dentro y fuera del país, y los periodistas nada dicen; ni se enteran ni nos enteran; no tenemos los venezolanos ni la más meretriz idea de cómo hacemos nosotros para mediocomer aquí o allá», me dijo una amiga por teléfono con virtuales ganas de abofetearme. Y aquí estamos gastando dinero que no tenemos. Plata que no nos hemos ganado.
Mientras tanto, los políticos de oposición, en quienes el país creyó durante 50 años, se gastan el tiempo del noble pueblo venezolano en deshojar margaritas; en «hoy no, mañana sí». «Sí se puede, pero así no». «Debemos unirnos, pero con aquellos no…».
Pues, así andan las cosas con los venezolanos aguas arriba y aguas abajo con la guerra prometida y cumplida, pasando más trabajo que cuerno en empedrado, con mucha fe y esperanza, pero sin nadita de caridad…