París, oh là là. La ciudad luz o la capital de la moda. La de los brillos en pasarela, la casa de la sonrisa de La Gioconda y la urbe que conquista desde sus monumentales edificios de refulgentes láminas de oro.

Por infobae.com

Pero París no siempre es una fiesta, como reza el título de la autobiografía de Ernest Hemingway. A veces, París es otras cosas. Puede ser una ciudad en llamas. O también, una megápolis que te atrapa en sus entrañas donde suceden actos malvados.

Entre una y otra cara de París, el viernes 14 de octubre de 2022, hubo solamente ochenta y ocho minutos de diferencia.

Lola Daviet tenía 12 años aquel día que caminaba sonriente por la calle rumbo a su casa. Ahora tendría 3 más y ya habría festejado sus 15, pero esto no sucedió. Lo que sí ocurrió, en el corazón de esta ciudad y en el mismo edificio donde vivía, fue que su rumbo se torció de manera siniestra de la mano de un monstruo con cara de mujer.

El calvario de Lola

Johan Daviet y Delphine Ropital, originarios del norte de Francia, se habían mudado a la capital del país luego de tener a sus hijos Thibault y Lola. Johan tenía ya un hijo mayor, Jordan, de una pareja anterior. Habían conseguido trabajo como encargados en la portería de un bloque de edificios de doce pisos ubicado en el número 119 de la rue Marin, en el céntrico barrio XIX de París.

Lola, nacida el 18 de julio de 2010 en Béthune, pasó su infancia en París. Era una chica super activa y alegre, de cara redonda entre una cascada de pelo lacio y rubio. Asistía al College Georges Brassens donde, además de estudiar, practicaba con éxito gimnasia aeróbica y jugaba al fútbol.

El establecimiento elegido por sus padres quedaba a 300 metros de su vivienda. Doce años era una buena edad para empezar a hacer ese breve trayecto sola. Lola iba y venía caminando, todos los días.

Ese viernes, Delphine estaba haciendo los bolsos para un paseo en familia: un fin de semana en casa rodante. Cuando al mediodía Lola no llegó del colegio a la hora habitual, enseguida se alarmaron. Lola no había llevado su celular, así que Delphine fue hasta el colegio a preguntar por ella. El director le comunicó que había ido normalmente. Un rato después decidió revisar las cámaras del edificio, que como encargado manejaba. La sorpresa fue mayúscula: Lola había ingresado por la puerta principal a las 15.20. Segundos antes que una mujer joven que habían visto algunas veces en el edificio. Parecía que la mujer algo le decía. Johan avanzó la cinta y a las 16.48 vio a esa misma mujer sola, moviendo valijas en el lobby del complejo. Una era como un pesado baúl con ruedas negras. Pero nada más.

El matrimonio Daviet no esperó un segundo: concurrió de inmediato a hacer la denuncia por la desaparición de su hija a la comisaría del barrio. Más rápido imposible. No podían saber lo tarde que era. Delphine Daviet, un rato después, a las 18.45 subió a Facebook una alerta con la foto de su hija. El hombre pedía información urgente. Johan, mientras, siguió recorriendo esas cuadras hasta su casa con paso apurado. Thibault, con 18 años, la buscó en el sótano y en el estacionamiento.

La policía analizó en detalle las imágenes de las cámaras del lugar. Los oficiales recogieron testimonios de varios testigos que dijeron haber observado a esa mujer de las imágenes, entre las 17 y las 18 horas. La sospechosa caminaba en medias por la vereda y pedía ayuda para mover las valijas a cambio de buen dinero.

Había que ubicarla. Había ingresado justo detrás de Lola y había interactuado mínimamente con ella ante el ojo vigilante de la cámara para ambas perderse luego hacia el interior del edificio. Los padres de Lola la tenían de vista: desde hacía un tiempo esa persona vivía con su hermana.

Pasó en horas a ser la sospechosa principal de la desaparición de Lola. Se llamaba Dahbia Benkired, era argelina y tenía 24 años. Supieron que no tenía domicilio ni empleo fijo, pero que se había instalado en el departamento del sexto piso de su hermana Friha Benkired tiempo atrás. En el mismo edificio donde vivían y trabajaban los Daviet.

Esa noche, a las 23.30, un hombre de 42 años en situación de calle encontró muy cerca, en una especie de patio trasero, una valija y la abrió. Enseguida contactó a la policía. Era la misma maleta tipo baúl con ruedas que se veía en las filmaciones. Era una valija negra, con manija roja, de unos 70 cm por 40 cm.

Adentro, envuelto en una manta con la inscripción en francés “Es la hora de dormir”, hallaron el cuerpo de Lola doblado en dos. Su cabeza estaba enteramente cubierta con cinta adhesiva gris.

A la familia de Lola se le informó el hallazgo a las dos de la mañana.

La detención de Dahbia Benkired no demoraría en producirse. Fue arrestada en la casa de un amigo, a las 8 de la mañana siguiente y puesta bajo prisión preventiva.

La autopsia del cuerpo se realizó ese mismo sábado 15 de octubre y se comunicaron los resultados el domingo 16. Los peritos médicos habían descubierto ADN de la argelina en Lola y constataron evidencia concreta del calvario al que ella había sometido a su pequeña víctima: violación, torturas, abuso, estrangulamiento, mutilaciones varias. Lola tenía heridas profundas en la garganta (una casi la había decapitado) y en la espalda; había claros signos de un brutal abuso sexual y presentaba números escritos en rojo en la planta de sus pies (el 0 y el 1).

La causal de muerte se confirmó: asfixia mecánica.

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