Cada 26 de junio, el mundo conmemora el Día Internacional en apoyo a las víctimas de la tortura. Esta fecha, establecida por las Naciones Unidas, busca erradicar una de las violaciones más atroces de los derechos humanos y reafirmar el compromiso global de apoyar a quienes han sufrido este flagelo. En Venezuela, sin embargo, este día adquiere una resonancia particularmente dolorosa y urgente.

La tortura, una práctica universalmente condenada, sigue siendo una sombra persistente en la realidad venezolana. Numerosos informes de organizaciones nacionales e internacionales de derechos humanos documentan casos alarmantes de tortura y tratos crueles. Estas denuncias no son incidentes aislados, sino que forman parte de un patrón preocupante en el país.

Desde 2013, la cifra de víctimas de tortura y tratos crueles en Venezuela ha escalado dramáticamente. Organizaciones como Provea han registrado un aumento sin precedentes, señalando un uso sistemático de estas prácticas. Esto posiciona a Venezuela entre los países con mayores denuncias en la región, según diversos monitoreos.

La crueldad de estos actos no se limita a la violencia física. Incluye también torturas psicológicas, condiciones de reclusión inhumanas y privación de libertades básicas. El objetivo, según las denuncias, a menudo es silenciar la disidencia política y ejercer control sobre poblaciones vulnerables.

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