A protester wearing a mask made from fake dollar notes marches against corruption as an influence-peddling scandal involving judges, prosecutors, politicians and businessmen has battered trust in public institutions, in Lima, Peru July 27, 2018. REUTERS/Mariana Bazo

En La Habana y Caracas la compra-venta de divisas están sometidas a fuertes regulaciones y penalidades, pero la dinámica económica hace que los ciudadanos tomen los riesgos. En Cuba nació una nueva clase social producto del acceso a las remesas: La de quienes tienen “FE”, iniciales de “Familia en el extranjero”. Venezuela va en la misma vía.

Por: Reyes Theis y Marcelo Hernández / Especial para lapatilla.com

Un charcutero de Caracas abre su caja registradora para colocar en su interior una copia del recibo que emite el punto de venta electrónico que permite el pago por tarjeta de débito.

Adentro de la caja no hay bolívares en efectivo. Venezuela vive una severa escasez de billetes, producto de la hiperinflación que la azota y que según el último reporte del Fondo Monetario Internacional podría llegar a 1.000.000% al cierre de 2018.

La situación ha ocasionado que casi todas las transacciones comerciales se ejecuten de forma electrónica a través de tarjetas de débito, crédito o transferencias. Pero en el fondo de la caja registradora, 3 billetes de 20 dólares parecen asomarse.

“Sí, cada vez más personas me llegan con dólares para comprar mercancía. Por supuesto que los acepto”, comenta el charcutero de una céntrica avenida caraqueña.

Las transacciones en dólares son cada vez más frecuentes en Venezuela, a pesar de que rige un estricto control cambiario desde el año 2003. En aquel momento se intentó frenar la salida de capitales, producto de la severa crisis política y económica, luego del golpe de estado de abril de 2002 y del paro petrolero que le siguió.

Desde entonces las restricciones a la compra-venta de divisas ha pasado por varias etapas, en un intento infructuoso por contener al mercado paralelo que ha surgido como respuesta a la restricción oficial.

Hace pocos años, en el Gobierno de Hugo Chávez y cuando las arcas de las divisas estaban repletas, los venezolanos podían viajar al exterior y usar hasta 5.000 dólares anuales a una tasa preferencial, sin mucho trámite. Pero los dólares oficiales subsidiados se convirtieron en un gran negocio, y muchas personas los solicitaban sin viajar, falseando documentos.

En el campo corporativo el fraude fue aún mayor. Se asignaban divisas preferenciales para importaciones ficticias o sobrefacturadas, en un festín en el que participaron muchos empresarios, algunos de ellos cercanos al Gobierno. En 2013 la entonces presidenta del Banco Central de Venezuela, Edmée Betancourt, reveló que en 2012 “se pasaron entre 15 mil y 20 mil millones de dólares” en importaciones ficticias.

Todo ello a pesar de que se estableció pena de cárcel a quienes realizaran operaciones cambiarias a un tipo distinto del oficial. Incluso quien informara por algún medio de comunicación de un tipo de cambio distinto al oficial, también podía enfrentar a la justicia roja.

Pero en la medida que el modelo económico socialista mostraba sus carencias económicas y las divisas comenzaron a escasear, producto de la corrupción y de la quiebra del sector petrolero venezolano, las medidas restrictivas tendieron a incrementarse.

El control cambiario no ha logrado su cometido de resguardar las finanzas venezolanas y la explicación de por qué se mantiene el esquema, correspondió al entonces vicepresidente de la República, Aristóbulo Istúriz, quien el 11 de octubre de 2016 dijo:   “Si quitamos el control de cambio nos tumban, el control de cambio aquí es una medida política no una medida económica. Esa es la verdad y nosotros no nos podemos dejar tumbar, primero que nos maten, porque nosotros tenemos un compromiso con nuestro pueblo y Chávez y el pueblo es lo mismo”.

Hasta el infinito y más allá

 

“Hiperinflación” un nombre técnico rimbombante, que no explica por si mismo los impactos en la vida diaria de quienes la padecen.

Asdrúbal Oliveros es economista y director de la firma Ecoanalítica y explica la razón por la cual en Venezuela se está extendiendo el uso del dólar en las transacciones.

“La hiperinflación destruye el sistema de precios que permite resolver conflictos entre comprador y vendedor. Entonces la gente empieza a trabajar con otras monedas, porque es más sencillo”, argumenta.

Por ejemplo, Antonio tiene ascendencia portuguesa y tiene una venta de repuestos en Caracas. Dice que todos los días se lleva al negocio una cantidad de dólares en billetes de baja denominación para dar vuelto (cambio) a quienes pagan los productos en esa moneda extranjera. “Las personas a veces prefieren pagarme directo en divisas que hacer el cambio en bolívares, que no es tan sencillo y puede demorar”, explica.

Por otra parte, en el portal Mercadolibre.com, el principal sitio de comercio electrónico del país, está ampliamente extendida la compra-venta de productos en divisas.

Oliveros pronostica que el uso de divisas se incrementará, no solo por la facilidad de las operaciones ante un fenómeno hiperinflacionario, sino además porque se conserva el valor en el tiempo, lo que no ocurre con el bolívar.

No obstante, hace la salvedad, que la venezolana es una dolarización informal, puesto que el sistema financiero no permite transacciones en esa divisa y que las estructuras de costos no están indexadas a la economía de Estados Unidos.

Pone como ejemplo una consulta médica, que en Venezuela cuesta entre 10 y 15 dólares, mucho más bajo de lo que se cobra en otros países. Otro caso es el de un almuerzo en un buen restaurante, que puede costar entre 15 y 20$ en Venezuela, monto considerablemente inferior al que debe pagarse en Estados Unidos.

Las fuentes de los dólares

 

Las cifras de la Gerencia de Fronteras de Colombia señalan que aproximadamente 1,5 millones de personas procedentes de Venezuela han salido del país en los dos últimos años, ya sea para quedarse en territorio colombiano o seguir viaje hacia otro destino de Suramérica. Otra investigación encabezada por el sociólogo Tomás Páez, destaca que fuera del país hay aproximadamente 3 millones de venezolanos.

Muchas de estas personas que han emigrado, constituyen ahora el eje económico de sus familias en Venezuela a través del dinero que les envían. En Venezuela el ingreso mínimo mensual es de Bs. 5.196.000 equivalente a 1,48 dólares al cambio paralelo.

El dirigente sindical Froilán Barrios, coordinador del Frente Autónomo de Defensa del Empleo, el Salario y el Sindicato, aseguró a El Nacional, que más del 70% de los 8 millones de trabajadores que laboran en el sector formal gana salario mínimo.

Por eso las remesas en dólares se han convertido en un elemento esencial para muchas familias. Apenas 20 dólares que un venezolano en el exterior envíe a su familia, es más de 13 veces el ingreso mínimo mensual.

De acuerdo con Asdrúbal Oliveros, las transacciones realizadas por conceptos de remesas provenientes del exterior superaron los 1.500 millones de dólares el año pasado.

La extensión del fenómeno ha ocasionado que el Gobierno vea una oportunidad de fortalecer sus menguadas arcas con los dólares que ingresan vía remesas y por ello ha flexibilizado el control al habilitar casas de cambio en la que los ciudadanos pueden cambiar las divisas que reciben a una tasa mucho más competitiva que el dólar oficial usado para importaciones (Divisas Complementarias, Dicom) pero aún distante del mercado paralelo.

Mientras la tasa de cambio del dólar Dicom es de Bs. 172.800, en las casas de cambios se ofrece a Bs. 2.400.000. La medida permite la tranquilidad de hacer la operación por la vía legal, pero algunos analistas advierten que la intención del régimen es detectar a las personas que están recibiendo las remesas.

Otras fuentes de dólares que alimentan las transacciones en Venezuela, según el economista Oliveros, son las divisas acumuladas durante el boom de los precios petroleros altos en tiempos de Hugo Chávez y los pagos mensuales que las empresas están realizando a su personal en moneda estadounidense para evitar que renuncien.

De esta forma, y paradójicamente, los rostros de los próceres de la independencia venezolana como los de Simón Bolívar o Francisco de Miranda, impresos en los escasos billetes en circulación, van cediendo espacio a las imágenes de Washington, Hamilton o Lincoln, en el marco de una “Revolución” autodenominada socialista.

El dólar apuntala a la economía cubana

 

En el aeropuerto José Martí de La Habana un hombre se mueve entre los turistas que hacen la fila para adquirir algunos pesos convertibles (CUC). “Compro dólares a mejor precio”, susurra en español y en inglés el discreto personaje. A pocos metros, el custodio de la caja de cambio simula no darse cuenta, muy probablemente forma parte también de la larga cadena de compraventa ilegal de divisas.

En Cuba, donde circulan oficialmente dos monedas, el peso cubano (CUP) y el CUC, el dólar ha sido por décadas una presencia constante en las transacciones informales. A pesar de los largos años en que la tenencia de “la moneda del enemigo” estuvo férreamente prohibida, los cubanos siempre han mantenido a los verdes o los fulas, como se llaman popularmente, como una referencia financiera.

A ese protagonismo no solo contribuyen las remesas que llegan fundamentalmente desde Estados Unidos y muchas veces entran al país en efectivo de la mano de turistas y mulas, sino también la preferencia de muchos comerciantes de proteger su dinero convirtiéndolo a una moneda más segura.

En los últimos años y tras las flexibilizaciones económicas que impulsó Raúl Castro, muchas transacciones de compraventa de casas o vehículos se realizan en parte en esa moneda. El temor a que las autoridades ejecuten repentinamente una unificación de las dos monedas nacionales, el CUP y el CUC, ha reforzado esa práctica.

Mariela, nombre ficticio para este reportaje, es una de las muchas personas que ofrece sus servicios “bancarios privados”, como le gusta llamarlos. A diferencia de muchos que medran en los alrededores de bancos y cajas de cambio, esta joven graduada en Medicina que hace seis años dejó su trabajo hospitalario ofrece “una compra ordenada y segura, para gente de confianza”.

“Tengo mis clientes porque este es un negocio de mucha confianza y yo actúo como una especie de banco central que suministra a varios cambistas”, cuenta a 14ymedio. “Vendo el dólar, ahora mismo, a unos 0,95 o 0,96 CUC, nueve centavos más de lo que un turista recibe si cambia esa moneda con el Estado”.

“La mayoría de nuestros clientes son cubanos que viven en Estados Unidos pero también en los últimos dos años hemos tenido muchos venezolanos que llegan para comprar dólares aquí porque en su país es muy complicado”, explica. “Cuando llega alguien con muchos billetes grandes de 50 y 100, en buen estado, entonces le puedo dar un precio preferencial”.

En teoría, en los bancos y Cadecas (casas de cambio) del país es posible comprar dólares de manera minorista, a un precio de 1,02 CUC, aproximadamente, pero en la realidad la mayoría de las veces los clientes son informados de que “no hay dólares suficientes en la caja” o solo les venden cantidades muy pequeñas con la justificación de que “hoy no han entrado muchos fulas“, según comprobó este diario en un recorrido por una veintena de sucursales bancarias.

En algunas oficinas bancarias exigen que el usuario muestre un boleto de avión o un pasaporte visado que justifique su necesidad de adquirir divisas para un viaje. Sin embargo, los sitios digitales de clasificados están repletos de ofertas para la compraventa de dólares. Incluso muchas casas y automóviles llevan precios “solo en dólares” o “a pagar en divisas” en otro país.

En esas mismas oficinas de cambio estatales, las únicas permitidas en el país, 1 dólar se compra por 0,87 CUC, porque el Gobierno impone un arancel del 10% y una comisión del 3% sobre el valor de la moneda estadounidense.

En marzo de hace dos años el ministro de Relaciones Exteriores, Bruno Rodríguez, anunció la anulación de la penalización del 10% en la tasa de conversión del dólar vigente desde 2004. Sin embargo, la medida no se ha materializado hasta la fecha.

 

Cuatro años de cárcel por cinco dólares

 

En la pared de Ramón Echevarría cuelga un cuadro de marco dorado y, en el centro, solo un pequeño billete de cinco dólares estadounidenses. “Pasé cuatro años en la cárcel porque la policía me encontró con esa cantidad de fulas en el bolsillo en 1989″, cuenta a14ymedio este cubano que vive ahora en Alabama.

En aquel año la Isla entraba lentamente en el Período Especial tras la caída del Muro de Berlín, el proceso de desintegración que avanzaba en la Unión Soviética y la inminente pérdida de sus aliados comerciales. Echevarría intentaba ayudar a su familia en Las Tunas buscando divisas para vender en el mercado negro.

“Tenía varios contactos con chilenos, angolanos y franceses que viajaban a Cuba por cuestiones de trabajo o porque formaban parte del cuerpo diplomático, ellos me daban dólares y yo les resolvía muchas cosas, desde rones y cigarros hasta mujeres”, asegura.

Un día, mientras esperaba a las afueras de una tienda exclusiva para extranjeros residentes en el país, el joven de entonces 21 años vio ante sus ojos el negocio perfecto. “Un extranjero me preguntó dónde podía cambiar dólares porque necesitaba efectivo para ir al cine, comer en algunos restaurantes estatales y moverse por el país”.

“Allí mismo me vendió 100 dólares, yo nunca había visto uno de esos billetes con la cara de Benjamín Franklin, no sabía si venderlo más adelante o enmarcarlo en la pared”. Cuando llegó a su casa, abrió con un taladro un orificio en la pared y metió el billete enrollado. “Salí para la calle y me encontré con otro turista que me vendió cinco fulas más”.

Su suerte se terminó ese día. “Era un policía encubierto y enseguida varios se me lanzaron encima y me atraparon, me condenaron a cinco años pero solo cumplí cuatro”. Cuando le faltaba menos de doce meses para cumplir su condena fue liberado tras un discurso de Fidel Castro en el que anunció la despenalización del dólar.

La dolarización de la economía cubana fue calificada por muchos como el paso más osado que había dado Castro desde el punto de vista económico. Con un control centralizado de los mercados y una aversión al sector privado que mostró en sucesivas confiscaciones, el líder antiimperialista se aferró a la moneda estadounidense como tabla de salvación ante el descalabro de Europa del Este.

Para el economista cubano Elías Amor, residente en España, la reacción de Castro solo fue consecuencia de las circunstancias pues “en aquel momento, los cubanos se lanzaron a una poderosa dolarización de la economía que no podía ser autorizada por el régimen comunista” pero que terminó imponiéndose como política financiera.

Los efectos en la sociedad no se hicieron esperar. Los que tenían remesas o entradas en dólares comenzaron a poder disfrutar de servicios y productos inalcanzables para quienes solo tenían acceso a un salario en moneda convertible.

La nueva clase social generada por la tenencia de dólares se conoce en la calle como “tener fe” en alusión no a las creencias religiosas, sino a las siglas de “familia en el extranjero”, situación que lleva a acceder a divisas.

“Nada más que me dejaron libre busqué los 100 dólares que había escondido en la pared y compré algunos materiales para empezar a armar una balsa, nos meses después de salir de la cárcel, cuando estalló la Crisis de los Balseros, yo estuve entre los primeros que se lanzó al mar”, recuerda. “Por eso tengo este billete de cinco fulas en la sala de mi casa, porque este dinero me hundió y me salvó”.

Ahora, Echevarría envía cada mes unos 300 dólares a sus padres y a su hermano, que siguen en la Isla. “El dinero por el que antes condenaban a la gente y nos veían casi como criminales es, en fin de cuentas, el que hace que hoy muchas familias coman y hasta que no se tiren para la calle a protestar contra el Gobierno”, reflexiona.

Por ironías de la vida “cuando llegué a Estados Unidos empecé a trabajar y a estudiar para hacerme contable, así que cada día de mi vida tengo que contar, registrar, sumar y restar dólares, toda mi existencia se mueve alrededor de los fulas“, dice con una amplia sonrisa.

Con más canas en la cabeza que hace un cuarto de siglo, Echevarría entona una de las canciones de aquella época que describían el absurdo entre la moneda que ganaba la gente en sus salarios y el dólar que se necesitaba para llevar una vida digna.

“Como que mi Cuba es/ cubana ciento por ciento/ mañana reservaré/ el mejor hotel de La Habana”, entona el emigrado el estribillo del trovador Pedro Luis Ferrer. Luego me iré a Varadero/ a separar una casa/con este dinero mío/que me lo gané en la zafra”. La única diferencia que ve entre aquel momento y este “es que el dólar está permitido, pero la moneda nacional no levanta cabeza”.

Por esa larga agonía del peso cubano (CUP) con el que se siguen pagando los salarios que apenas alcanzan para sufragar los pocos productos del mercado racionado, algunos servicios subvencionados y el transporte público, muchos cubanos prefieren la firmeza del dólar cuando de operaciones con grandes sumas se trata.

La emigración a través de terceros países también alimenta esta situación, puesto que se necesita dinero para ir pagando a los coyotes, los traficantes de personas y el techo donde cobijarse hasta llegar a la frontera con Estados Unidos u otros de los nuevos destinos, como Chile, Uruguay o Brasil.

“Mi hermano vendió la casa familiar y le compró un apartamento pequeño a mis padres, con el dinero restante tratará de llegar aquí”, detalla Echevarría. “Ahora está en el proceso de comprar los dólares para salir con suficiente dinero pero es difícil porque mucha gente está en lo mismo”. Los verdes siguen siendo para la familia su mayor suerte y su peor dolor de cabeza.

VÍA LA PATILLA.

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