Las cifras varían porque nadie puede llevar bien la cuenta, pues en la zona del Delta del Orinoco los indígenas waraos viven en caños –a los que se llega en viajes de hasta ocho horas en barcaza– y bajo sus costumbres entierran a los muertos muchas veces sin reportar qué pasó.
Pero de algo sí están seguros en la asociación civil Kapé Kapé: desde el mes de febrero, en esa entidad han muerto por lo menos 26 niños víctimas de sarampión, una enfermedad, hasta ahora, de escasísima incidencia en el país, tras una brote ocurrido a mitad de la década de los 90.
“Creemos que el número puede llegar hasta 34, solo desde febrero, porque desde enero creemos que el sarampión ha matado más niños y también adultos en esas zonas”, dice vía telefónica a El Tiempo Arnaldo Obdora, director de la asociación que informa sobre las etnias venezolanas que viven en los estados de Delta Amacuro, Amazonas y Bolívar.
La falta de precisión en el dato de los fallecidos se debe a la misma razón por la que no ha habido atención a los casos. “Es que no hay gasolina ni aceite para los motores fuera de borda, y esas comunidades están a seis, ocho horas en lancha. Ni sirve la lancha de ambulancia, hay un problema grave de aislamiento”, agrega.
No obstante este aislamiento, el brote de sarampión en los caños del Delta representa solo uno de los focos en Venezuela, donde según el último informe de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), publicado en marzo, 886 personas han sido registradas con la enfermedad en el último año, 159 de ellos solo en los tres primeros meses, y sin contar lo que está ocurriendo con los niños waraos.
Esta vez comenzó en el estado Bolívar, ya llegó a otras nueve regiones del país y su diseminación “se explica, entre otros factores, por el elevado movimiento migratorio de la población”, según el documento.
En las últimas dos semanas se han registrado en Colombia cinco casos de niños venezolanos también infectados y uno en Ecuador.
Aunque el sarampión usualmente no es una enfermedad mortal, la grave crisis socioeconómica que atraviesa Venezuela plantea un contexto de desnutrición, falta de medicinas y de vacunación que han aumentado exponencialmente su letalidad.
Mientras en el Delta la mortalidad por esta enfermedad llega hasta 50 por ciento, en el resto del mundo –al menos en los países en desarrollo– no supera el 3 por ciento.
Tampoco es la única “enfermedad olvidada” (porque estaba bajo control) en Venezuela que ha visto un agresivo rebrote. La OPS confirmó en su boletín de febrero de este año que la difteria reapareció en Venezuela, tras más de 20 años sin un solo caso, en julio de 2016, y hasta este año se han reportado 969 casos así: 324 en 2016, 609 en 2017 y 36 este año, dejando 113 víctimas. El rebrote, que también comenzó en el estado Bolívar, llegó a 22 de las 24 regiones del país y hoy se presenta en nueve de ellas.

