Seiscientos mil venezolanos han emigrado y refugiado en los países vecinos, y casi un millón en Europa, publica ABC de España.

TEXTO: JORGE BENEZRA; FOTOS: ÁLVARO IBARRA

 

Durante muchos meses miles de manifestantes se enfrentaron a la Policía y a los grupos paramilitares chavistas pidiendo democracia y mejores condiciones de vida. Los enfrentamientos se saldaron con 124 muertos, 1.958 heridos y más de 5.000 detenidos, según ha reconocido la propia ONU. Esta última etapa de protesta violenta en la ya larga crisis venezolana se originó cuando el chavismo intentó deslegitimar a la Asamblea Nacional, legalmente elegida por los venezolanos y controlada por la oposición, que preparaba el proceso revocatorio del presidente Maduro. El chavismo arremetió usando el Supremo contra la Asamblea y, posteriormente, organizó unas eleciones fraudulentas que dieron origen a la Asamblea Nacional Constituyente, no reconocida por ningún país.

Los opositores calificaron este hecho de fraudulento, se lanzaron a las calles a protestar y fueron duramente reprimidos. Muchos, cegados por el poder y ante la carencia de un liderazgo capaz de conseguir justicia a través de las urnas en las elecciones regionales, aceptaron ir a otra contienda electoral (las regionales) que terminó aniquilando y dividiendo casi por completo a los partidos de oposición. En las calles se quedó la gente con una sensación de traición y tristeza después de tantos muertos.

Las protestas que tomaron las calles de Venezuela no solo pusieron en evidencia la violación sistemática de derechos humanos, sino la precariedad de la coalición política opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que demostró no tener ningún plan objetivo ni haber aprendido de los errores de las manifestaciones de 2014. Incluso las caras más visibles como María Corina Machado y el excandidato presidencial Henrique Capriles han desertado de sus filas.

Entonces muchos venezolanos optaron por el exilio. Hablar de asilo o refugio ya es algo cotidiano. A los venezolanos les sobran motivos para huir al exilio, están psicológicamente exhaustos. El pueblo se siente huérfano de líderes que puedan generar un cambio. El país está aplastado por una inflación sostenida (pronosticada para llegar al 1.600% a finales de año), cada día con menos alimentos y medicinas y más asesinatos, desnutrición y enfermedades tropicales erradicadas hacía más de medio siglo. «Estoy decepcionado: tanto luchar para que nos abandonaran», se lamenta Martín Pinto. «No pienso volver hasta que las cosas cambien. Prefiero huir, pero no quiero seguir sintiendo miedo». La región se prepara para la mayor diáspora en la historia de los venezolanos. Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), en 2015 habían salido de Venezuela 606.281 personas, mientras que el Banco Mundial sitúa esta cifra en 655.400. La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) aseguran que ha habido un aumento del 8,8% en el número de solicitudes de asilo por venezolanos.

Los misioneros Scalabrinianos tienen en Colombia desde hace cuarenta años una casa para migrantes, que otrora solo era usada para los colombianos expulsados de Venezuela. «Es preocupante lo que viven los venezolanos en este momento, cada día son más los que llegan y esto finalmente puede desencadenar en un éxodo masivo con grandes consecuencias sociales», asegura el sacerdote Francesco Bortignon, que dirige la misión Scalabrini en Cúcuta.

Pinto vendió lo poco que tenía, tomó su mochila e hizo el viaje por tierra hasta el estrecho puente fronterizo Simón Bolívar en agosto. Ahora, mientras sobrevive en las calles de Cúcuta capital del Norte de Santander, en Colombia, solo espera encontrar un trabajo para poder seguir su camino hacia Perú y ayudar a su familia.

Las refugiados venezolanos ocupan plazas, parques y rotondas de Cúcuta Son tantos que parecería que huyen de un país devastado por un terremoto, un huracán o algún otro desastre natural. Y no, huyen de la catástrofe generada por el autoritarismo militar del socialismo del siglo XXI.

Via La Patilla

 

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