Escaleras mecánicas dañadas, vagones sin aire acondicionado, escasez de insumos para la limpieza de estaciones y exteriores, son algunas de las fallas visibles que hoy día empañan la operatividad del Metro de Caracas, puesto en funcionamiento en 1983 bajo el mandato del presidente Luis Herrera Campins.

Ahora la gente consume en el sistema, los llamados “metrobodegas” recorren vagones y andenes, se ven perros callejeros dentro del subterráneo, la gente que no tiene buenas costumbres orina en los recodos de las escaleras y pasillos, las paredes están sucias y con grafitis y el mobiliario interno está destruido por el vandalismo de los mismos usuarios.

Todos esto junto, en 25 minutos de viaje —que es lo que puede durar el trayecto desde La Rinconada hasta Plaza Venezuela, Línea 3— hace del subterráneo un servicio pésimo e incómodo. A eso se añade que muchas veces los operadores tratan mal al usuario y que abundan los robos.

El ingeniero Ricardo Sansone, quien forma parte de la asociación Familia Metro —constituida por ejecutivos y trabajadores despedidos en 2003 de la compañía por decisión política— define el Metro como un “eje reformador y estructurador urbano de la ciudad, pero que ahora presta un servicio degradado y tiene pésima opinión de la ciudadanía”.

De acuerdo con su experiencia, el sistema y el ritmo de construcción ya no satisfacen la demanda del servicio, el mantenimiento dejó de ser prioritario y las fuentes de financiamiento son esporádicas y dificultosas. “El subterráneo pasa por la peor crisis de su historia”, dijo enfático.

Con información de Crónica Uno.

Vía ElCooperante.com

Loading...