Tras una conversación «amable», le informaron que su solicitud había sido rechazada. No le explicaron el motivo.

«Me siento como una hierba acuática a la deriva, sacudida por el viento y la tormenta», dijo, usando una expresión china común para describir su sensación de incertidumbre e impotencia.

Tenía esperanzas porque ya tenía la carta de aceptación. Y creía que se había librado de los anuncios explosivos de los últimos días.

Primero, el gobierno de Donald Trump decidió poner fin a la posibilidad de que la Universidad de Harvard admitiera a estudiantes internacionales, una medida que desde entonces fue bloqueada en los tribunales.

Y luego Washington anunció que había suspendido las citas para visa de todos los estudiantes extranjeros.

Pero ahora, Chen está lista para el plan B. «Si finalmente no consigo la visa, probablemente me tomaré un año sabático. Luego esperaré para ver si las cosas mejoran el próximo año».

Una visa válida podría no ser suficiente, añade, porque los estudiantes con visa pueden ser «retenidos en el aeropuerto y deportados».

«Es malo para todos los estudiantes chinos. La única diferencia es cuán malo es».

Ha sido una semana desalentadora para los estudiantes internacionales en EEUU, y quizás aún más difícil para los aproximadamente 280.000 estudiantes chinos que vieron cómo su país era señalado.

La secretaria de Seguridad Nacional de EEUU, Kristi Noem, acusó a Harvard de «coordinarse con el Partido Comunista Chino».

El secretario de Estado, Marco Rubio, afirmó que la medida contra los estudiantes chinos en Estados Unidos incluiría a «aquellos con vínculos con el Partido Comunista Chino o que estudian en áreas cruciales».

Esto podría afectar a un amplio sector de ellos, dado que la afiliación al Partido Comunista es común entre funcionarios, emprendedores, empresarios e incluso artistas y celebridades en China.

Pekín calificó las medidas del gobierno de Trump de «acción políticamente motivada y discriminatoria», y su Ministerio de Asuntos Exteriores presentó una protesta formal.

Hubo una época en que China enviaba el mayor número de estudiantes extranjeros a los campus estadounidenses. Pero esas cifras disminuyeron a medida que la relación entre ambos países se deterioraba.

Un Pekín más poderoso y cada vez más asertivo se enfrenta ahora a Washington por la supremacía en prácticamente todo, desde el comercio hasta la tecnología.

 

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