Hambre, sed, golpes y abusos. Así fue la peligrosa travesía de Daimaris Álvarez, una venezolana que decidió migrar hacia Estados Unidos. 

La joven de 29 años comenzó su travesía en Colombia, pasando por la peligrosa Selva del Darién en Panamá, en compañía de sus hijos de 12 y 4 años de edad. 

Según fuentes ligadas al hecho, la administradora de empresas tenía una vida consolidada en su país, pero se vio impulsada a buscar un futuro mejor con la llegada de la pandemia, situación que le hizo perder su trabajo.

«No quería emigrar pero tenía dos meses de haber perdido mi trabajo por la pandemia del coronavirus y una amiga y su pareja, que es cubano, me convencieron. Me dijeron que con dinero y todo bien canalizado se podía cruzar», comentó.

LA TRAVESÍA DE UNA VENEZOLANA PARA LLEGAR A FLORIDA

En una entrevista, Daimaris confesó que vivió dos años en Puerto Carreño, Colombia, muy cerca de su natal Amazonas.

Antes del viaje vendió todos los bienes que tenía en Venezuela: «con la ganancia de 9.000 dólares decidí acompañarlos», expresó.

De esta forma, la venezolana y sus amigos salieron de Puerto Cabello en noviembre del 2020 hacia Necolí, en el caribe colombiano.

El medio asegura que desde allí tomaron una lancha que los condujo a Capurganá, una aldea cercana a la frontera con Panamá. Aunque los primeros tramos del viaje transcurrieron sin eventualidades, en su llegada a la selva los guías que anteriormente los acompañaron, los abandonaron a su suerte.

La venezolana también contó que lo que más le preocupaba era el estado de sus hijos, no obstante, aunque llevaba un bolso con alimentos, estos se agotaron a los cuatro días de caminata. 

«Yo trataba de ahorrar la comida especialmente para mi hijo más pequeño pero era imposible, tuvimos dos días sin comer nada, lo peor era no tener agua porque en medio de la selva no había nada. El niño lloraba en las noches y no hallaba qué hacer. El tercer día llovió y pude recolectar un poco de agua para hidratarnos», señaló.

«EL CAMINO AL INFIERNO»

Daimaris insistió en contar su historia para advertir a otros migrantes de los peligros en la frontera: «Creo que me da fortaleza; aunque algunos se burlen y digan que es mentira. Espero que mis hijos puedan estudiar y yo anhelo encontrar un empleo». 

Asimismo, recordó que debió cruzar al menos cuatro ríos en la selva, para unirse a una caravana de migrantes haitianos. 

No obstante, a pesar de la deshidratación, el miedo y los golpes del camino, la venezolana debió sortear otro polémico episodio en Panamá, donde fue víctima de abusos y casi perdió a uno de sus hijos:

«Al verme con el niño pequeño me lo quisieron arrancar. Yo le dije al mayor que corriera pero no me dejó sola allí. Me volví loca, porque creí que lo iban a secuestrar… les di golpes, los mordí, me halaron el cabello, me golpearon, me quitaron la ropa y me violaron… eran como 7″, recalcó.

Debido a la gravedad de sus heridas, la joven no pudo continuar su ruta hacia Florida, incluso mencionó que permaneció en un centro humanitario para migrantes:

«Estuve 25 días hospitalizada. Cuando me recuperé decidí escapar, porque un Policía de Panamá me advirtió que en ese centro no querían a los venezolanos y, menos, a los que no tenían visa».

Álvarez se unió posteriormente a una caravana de migrantes haitiano que la motivaron a cruzar seis países para llegar a la frontera entre México y Estados Unidos. En mayo de este año fue procesada por la patrulla fronteriza.

Ahora vive en un refugio en Homestead, muy cerca de Miami y tiene puesto un grillete electrónico. También espera poder defender su caso de asilo político.

Alejandro Ramírez Saavedra
CEO
NOTIEXPRESSCOLOR.COM

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