El miedo y la incertidumbre viajaron junto con la ilusión y la esperanza en un avión que llevó desde el norte hacia el sur de Brasil a 230 venezolanos, que ahora tratarán de rehacer sus vidas y dejar atrás la crisis de su país.

El Boeing C767, de la Fuerza Aérea Brasileña (FAB), del escuadrón Corsario, partió hacia Porto Alegre desde Boa Vista, la capital del fronterizo estado de Roraima, con hombres, mujeres y niños que en los últimos meses estuvieron en albergues que acogen a los venezolanos que llegan al país.

“¿Hace mucho frío en Porto Alegre?”, preguntaban con preocupación algunos venezolanos, muchos de zonas bien tropicales y bañadas por el Caribe y con playas de ensueño, como La Guaira, Chichiriviche o Cumaná, o la isla Margarita, una meca turística venida a menos tras años de crisis económica, social y política en Venezuela.

Otros, del estado andino de Mérida, casi celebraban que en Porto Alegre el clima no fuera tan caluroso, pero todos coincidían en la sensación de “miedo” que causa iniciar una nueva vida y la ilusión de dejar atrás años de penurias y crisis en una Venezuela que, según dicen todos, “se cae a pedazos”.

Cada uno carga con su historia, como Alexis Liendo, de 21 años, que salió de su Maracay natal hace casi nueve meses y, tras dormir durante semanas en las calles del municipio fronterizo de Pacaraima, logró llegar a Boa Vista y ahora intentará suerte en Porto Alegre.

Alexis tiene solo un hermano de 18 años del que poco sabe, pues hace meses que se marchó a Colombia.

Su madre, soltera, quedó sola en Maracay y pudo hablar con ella antes de despegar con un teléfono que le prestó una funcionaria del Alto Comisario de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur).

“Tengo miedo de no verla nunca más, pero en Venezuela la vida no me dio otra opción que irme”, dijo a Efe sollozando cuando cortó la comunicación, aunque se repuso de inmediato y aseguró que “aunque no tenga a nadie ahora”, en Brasil está convencido de que “hay futuro”.

Entre aquellos que intentarán rehacer su vida en la ciudad de Canoas, vecina a Porto Alegre, está el abogado Leonardo Yegres, quien llegó a Roraima desde Cumaná, en el oriente venezolano, junto con su esposa Adriana y la única hija de ambos, de once años.

Con ellos llegó también “Princesa”, una perra caniche de seis años, que está con la familia desde cachorra y los acompañó en el viaje hasta el norte de Brasil.

Yegres dijo a Efe que, al llegar a Boa Vista, alegando cuestiones sanitarias, las autoridades le impidieron tener a “Princesa” en el abrigo en que fue acogida la familia.

“Dormí unos días en la calle con la perra, pero luego una señora aceptó tenerla en su casa”, contó el abogado, quien dijo que en los últimos días, por “Princesa”, casi renuncia a viajar a Porto Alegre.

“Tuve que luchar contra viento y marea. Hablé con gente de las Fuerzas Armadas, de organismos humanitarios y con quien pude, pero me decían que no la podría llevar en el avión”, declaró.

Sin embargo, apenas un día antes del embarque, Yegres conoció al ministro de Desarrollo Social, Alberto Beltrame, que visitó algunos abrigos de venezolanos en Boa Vista y resolvió el asunto en el mismo momento.

“Habló con los militares, autorizó el viaje de ‘Princesa’ y aquí estamos, listos para una nueva vida”, dijo Yegres junto a su familia y su perra cuando el avión llegaba a Porto Alegre.

En el circuito de sonido interno del avión, sonaba una canción del brasileño Roberto Carlos, cuya letra parecía una triste paradoja del momento: “Sólo quiero que tú me calientes en este invierno, y que todo lo demás se vaya al infierno”.

Eduardo Davis/EFE

 

VÍA LA PATILLA.

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