El cantar de un gallo y luego el silencio. Desde que el sol alumbra con sus primeros rayos, una completa desconexión se hace perenne en la Sierra de Perijá. Entrar a sus parajes no solo es dejar atrás el bullicio de la ciudad, sino también evidenciar las constantes fallas de los servicios básicos y la falta de respuestas ante las necesidades de sus habitantes.

Por Fabiana Cantos / El Nacional

El día comenzó sin agua y hasta la madrugada, la única luz era la de las estrellas. Así empieza una lista de carencias para los habitantes de El Tokuko, una de las comunidades indígenas del Parque Nacional Sierra de Perijá.

El río se ofrece como solución para la falta de agua, pero ante la carencia de electricidad no hay alternativa. La incomunicación se impone, hasta por más de cinco horas, todos los días.

Incluso, cuando por fin las pilas de los teléfonos se pueden cargar, solo una operadora telefónica ostenta de ser la única que, con cierta dificultad, tiene señal, esto debido a una antena que se instaló en 2014 en alianza con Fe y Alegría. De acuerdo con los pobladores, la competencia de esa operadora no contaba con los recursos y “la señal que nos une” no tuvo interés en apoyarlos.

Mientras que el reloj se acerca a las 7:00 am, desde lejos se aproxima una “pirata”, término que se le dan a los carros rústicos, que por un precio de Bs. 20.000 sirven como único medio de transporte público para llegar a Machiques, la ciudad más cercana.

Dentro de la unidad se observan algunas miradas golpeadas por los obstáculos. La jornada no ha empezado y se percibe su cansancio.

Muchos se suben al techo y se agarran de donde puedan, hasta donde se lo permitan sus manos, de lo contrario tendrán que seguir esperando. Como lo expresa el conductor “ya no quedan muchos carros”. Entretanto, una fila de araguaneyes y una vegetación de sabana se ofrecen como el único consuelo para dar ánimo.

Después de casi dos horas y con menos efectivo en el bolsillo, el asfalto de Machiques no queda exento a los problemas con los servicios básicos. Uno de los más constantes, según sus habitantes, también son los cortes de luz no programados.

“Se va en cualquier momento y no sabemos a qué hora llegue”, asevera una ciudadana que no quiso revelar su identidad. Además comenta que la noche anterior tampoco hubo electricidad.

 

Siga leyendo en El Nacional

Vía LaPatilla.com

Loading...