El dolor de Rosa Orozco está presente desde aquel 22 de febrero de 2014, cuando Alvin Bonilla, un funcionario de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB), le disparó en el rostro a su hija de apenas 23 años. Así lo reseña el-carabobeno.com

Geraldine Moreno era su nombre. Estudiaba Citotecnología en la Universidad Arturo Michelena y se desenvolvía como cualquier joven normal, hasta que Bonilla, sin piedad, le arrebató su vida mientras protestaba en Tazajal. Su única arma era una cacerola, que sonaba para manifestar su descontento por la situación del país.

Moreno batalló por su vida durante tres largos días, pero las heridas eran muy graves. Tenía un ojo comprometido, su cara fue totalmente destrozada y poseía múltiples lesiones irreversibles. “El momento de su muerte fue muy duro pero ella, no merecía estar entubada. Siempre les pregunté a los guardias por qué mataron a mi hija”

Cuatro años han pasado desde ese día. Rosa Orozco ya no es la misma, tiene un vacío constante pero no se deja vencer por el rencor. Tampoco por el odio, ese que asegura que el régimen de Nicolás Maduro quiere inculcar en la sociedad venezolana.

Espíritud de lucha

Orozco se muestra triste. Señala que de su “muchachita” le quedan muchas cosas, entre ellas el espíritu de lucha, ese que mantuvo hasta el último respiro.

La activista de derechos humanos resiente que le quitaran lo único que realmente tenía. “Es un sentimiento que no se puede describir de ninguna forma. Sólo una madre puede entender lo que he pasado”

A pesar del duro episodio que atraviesa, nunca se iría de Venezuela porque quiere mantener viva la batalla de su hija, que soñaba con un país mejor, en donde la violencia, la inseguridad, escasez y la pobreza, no fuesen las premisas de todos los días.

Sin miedo

La madre de Geraldine Moreno no tiene miedo. Piensa que cada quien es libre de tenerlo ya que es algo intrínseco al ser humano. “Yo no tengo temor alguno. Con lo único que tenía temor era con ella y me la despojaron de mis manos”

A pesar de no sentirse intimidada, considera que las condiciones para la protestas no están dadas. Cree que debe haber otras medidas que sean más planificadas y con una estrategia contundente.

Para ella, la guerra no se ha perdido y la memoria de los jóvenes que fueron asesinados por querer un mejor futuro no quedará en el olvido.

Justicia

La justicia llegó en partes. Alvin Bonilla y Caridad Barroso, los uniformados que perpetraron el asesinato de la estudiante de 23 años, fueron sentenciados.

En el caso de Bonilla fue imputado por los delitos de homicidio calificado con alevosia por motivos fútiles en grado de autor material y uso indebido de arma orgánica, quebramiento de tratados y pactos internacionales tratos crueles y tortura, lo que le acarreó una condena de 30 años, luego de 33 meses de juicio y ocho diferimientos de audiencia.

Por su complicidad, Barroso fue condenado a 16 años y seis meses de prisión en la Cárcel Militar de Ramo Verde por perpetrador del delito de trato cruel, homicidio calificado, uso indebido de arma orgánica y quebrantamiento de pacto internacional.

Tras la sentencia, los implicados apelaron. Alegaron que muchas otras personas participaron en el ataque. “Ellos quieren ir al Tribunal Supremo de Justicia porque dicen que estaban cumpliendo órdenes”.

Orozco enfatiza que ni 100 años de prisión le devolverán a su hija, pero eso no significa que no quiera que los responsable paguen por lo actos cometidos, entre ellos, Paola Barroso y Franklin García, dos efectivos de la Guardia Nacional que estuvieron presentes en el hecho. También la ministra de Defensa para ese entonces, Carmen Melendez y el comandante regional de este órgano, Arquímedes Herrera Ruso, por estar a cargo de esta fuerza.

Vía LaPatilla.com

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