Después de toda una vida de trabajo con el fin de levantar la familia, al final del camino hay que tratar de sobrevivir con ingresos que no alcanzan ni para un cartón de huevos. Ese el drama de las personas de la tercera edad en el país. Se encuentran imposibilitadas de comprar comida y medicinas, y ahora se están quedando “huérfanos” porque sus hijos y nietos migran a otras latitudes en busca de mejor vida.

“Ojalá llegues a tener mi edad”, dijo Flor Tovar. “Tengo 76 años y nunca antes me había sentido así, tan desasistida”. Con su bastón, Tovar estaba sentada frente al Seguro Social en la parroquia Altagracia, esperando respuesta acerca del pago del bono de subsistencia.

“No tengo para comer. Mis hijos me ayudan, pero ellos también tienen sus familias; igual la crisis les está pegando. No tengo cómo arreglar mi casa. Y con esta pensión Maduro piensa que nosotros vamos a vivir; vamos a morir huérfanos”, expresó.

Luis Francisco Cabezas, director general de la Asociación Civil Convite –que se encarga de resguardar los derechos sociales y visibilizar las violaciones de garantías fundamentales de personas o grupos vulnerados, como la tercera edad– explicó que hay tres problemas fundamentales que afectan a los adultos mayores: desabastecimiento de alimentos, dificultad para adquirir medicinas y soledad.

“Un pensionado con 300.000 bolívares y pico y con un bono de guerra económica de 99.000 bolívares no tiene para comer, mucho menos podría comprar un cartón de huevos”, manifestó.

Un estudio presentado por Convite en diciembre de 2017 indica que los adultos mayores estaban perdiendo 1,3 kilos mensualmente. Cabezas destacó que después de 40 años de edad las personas pierden masa muscular, condición que se incrementa luego de los 60 años.

“Sucede que ahora los abuelos no se alimentan; están consumiendo carbohidratos, azúcares, y eso aumenta su riesgo. Cualquier caída es una fractura segura que los puede enviar a la cama de por vida”, añadió.

Si la persona padece alguna patología, la falta de medicamentos es otro factor preocupante: de acuerdo con el registro que levantó la organización el año pasado –con 5 ciudades y 160 farmacias como muestra–, existe entre 88% y 95% de desabastecimiento de tratamientos para hipertensos y diabéticos. En caso de encontrar el fármaco requerido, el alto costo impide comprarlo: un blíster de 10 pastillas contra la hipertensión puede valer  200.000 bolívares, más de la mitad de la pensión que cobra.

Algunos, como Flor Tovar, optan por la medicina natural o racionan las pastillas, cumpliendo el tratamiento a medias.

Sobre el tercer aspecto –la soledad– Cabezas destacó: “Según algunas estimaciones, del país se han ido 4 millones de personas, eso puede ser la población de Uruguay. Es como si se fuera un país, y la población adulta es la que se está quedando sola. Viven en condominios grandes y al verse solos entran en depresión”.

A desabastecimiento de alimentos, dificultad para adquirir medicinas y soledad, el director general de Convite suma el incremento de la victimización de las personas de la tercera edad debido a la inseguridad. Según datos que maneja Cabezas, entre 2016 y el primer trimestre de 2017 asesinaron a 249 viejitos para robarlos. La mayoría de los incidentes ocurrieron en  la casa de la víctima. En varias oportunidades adultos de la clase media empobrecida que se está quedando sola.

Rostros del drama

Consuelo Valera, de 92 años de edad, pasó la mejor época de su vida trabajando en el Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS) y ahora ese organismo, garante del “bienestar social de su pueblo”, lo que tiene con ella son deudas.

Mientras, Frank Martínez atinó a decir: “No me preguntes nada, que me deprimo”. Un  bastón  aguanta su casi 1,70 metros de estatura y también la indignación que lo embarga de solo pensar que no tiene comida ni medicinas.

“Llenarse la cabellera de canas es algo que se llevaba con orgullo. Les decía a mis nietos: ‘mira, estas canas son por algo’. Ahora me da mucha tristeza que ese orgullo me lo pisoteen cada vez que voy a cobrar la pensión”, dice Martínez en medio de una descompensación diabética.

Expresó que pasa más de 3 horas en una cola. “Y me dan 10.000, 20.000 bolívares… Lo que al banco ese día le parezca. Mi vejez la estoy sufriendo y no por los achaques de la edad, sino por todo lo que nos están haciendo vivir”.


Sin asistencia durante la vejez

Hay otros factores que hacen de la vejez un drama casi inmanejable. En sus casas los abuelos ya pueden ser unas víctimas, pero en centros de atención o ancianatos son doblemente victimizados.

Convite hizo el año pasado un monitoreo en 109 casas de albergue en el Distrito Capital y el estado Miranda, y detectó que en 89% hay déficit de comida. De hecho, redujeron las frecuencias (2 comidas diarias) y las raciones en los platos.

Los administradores de esas instituciones calcularon que en 2017 solo se necesitaban 4 millones de bolívares para mantener a un adulto mayor, monto que el ciudadano común no puede costear. El resultado es que los abuelos son abandonados en esos lugares, que no fiscaliza el Instituto Nacional de Servicios Sociales (Inass).

Según declaraciones del director general de Convite, Luis Francisco Cabezas, desde que Héctor Rodríguez asumió la Gobernación de Miranda en octubre pasado, la comida no está llegando a las 37 casas de abrigo del sector. Y ahora la tercera edad no pernocta, sino que va a esas instituciones a pasar el día.


¿Seguridad para quién? 

“Ya ni los comedores funcionan. Pan y agua es lo que como”, gritaba Juan Nepomuceno, que ya se acerca a los 80 años de edad y que hoy en día solo cuenta con una pensión. “Tengo hambre, me duelen las piernas”, exclamaba  mientras sacaba su carnet de trabajador del extinto Centro Simón Bolívar, una carta sobre el cargo que ocupó en Fospuca y el carnet de la patria, que sacó para ver si conseguía las medicinas.

Nepomuceno paga 10.000 bolívares diarios por el alquiler de una habitación en una pensión. Su único hijo está fuera del país. Solo, y como puede, recorre las calles de Caracas, pues trabaja limpiando zapatos. Antes iba a los comedores populares del Inass, pero ya no están funcionando.

Edgar Silva, coordinador nacional del Comité de Derechos Humanos para la Defensa de los Pensionados, Jubilados, Personas Adultas Mayores y Personas con Discapacidad ratifica la denuncia: “La seguridad social aquí no se toma en cuenta. Eso es que el pueblo tenga bienestar, y no lo están garantizando. Todavía hay 900.000 abuelitos fuera del sistema de pensiones, y lo que está haciendo el Estado es que fortalece las misiones. Con la Misión del Adulto Mayor lo que se ha hecho es más clientelismo y populismo”.

Una persona mayor, añadió, ahora se pregunta para qué esperar por la pensión, que no llega a 400.000 bolívares, si le dan un bono de 700.000 bolívares. “Eso es muy grave porque debilita la seguridad social. Además, la misión no genera sobrevivientes, como la pensión. Eso es terrible, ¿ahora qué aportan las empresas y los trabajadores?; la gente sigue contribuyendo y le dices que mejor se meta en la misión o se saque el carnet”.

Hay abuelitos a los que dieron por muertos y los sacaron del sistema, según dijo. Quedaron completamente desamparados y para que les regresen la pensión tienen que llevar la fe de vida ellos mismos. Esa situación la han vivido personas de 90 años de edad que no se pueden mover.

Vía ElNacional.com

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