El comienzo del año suele ser el momento para pensar en los propósitos, entendidos menos como deseos y más como compromisos. Para Venezuela, en la condición actual, estos propósitos se convierten en urgencias. No hace falta insistir en las estadísticas para destacar la magnitud de los problemas y la necesidad de asumirlos sin tardanza.

Venezuela es hoy una urgencia. Como en todas las urgencias hay algo que va primero, pero es tal la complejidad presente que no es posible asumirla a paso lento ni desde un solo frente. Así, la perspectiva política no puede ignorar la económica y menos la social; la visión del plazo inmediato no tiene sentido sin la necesaria de mediano y largo plazo. Menos sentido aun tiene la tentación de viciar las soluciones con una estrecha mirada partidista o electoralista. Como nunca, las soluciones no tienen hoy un único responsable ni pueden ser asumidas con cálculo de beneficio propio inmediato.

El daño profundo en la estructura institucional hace evidente la necesidad de recuperar en primer término la vigencia de la Constitución, con énfasis en la separación de poderes, la prioridad del individuo como sujeto de derechos y de obligaciones, la vigencia de los principios de libertad, justicia e igualdad. La recuperación institucional no entendería ninguna modificación constitucional que no privilegiara la descentralización administrativa y una definición de la propiedad privada y sus fines.

Consecuentes con la necesidad de atender las grandes prioridades, se impone con urgencia la primera de ellas: la educación. Inconcebible una salida con solidez y estabilidad sin un gran esfuerzo para asegurar una educación pública y privada de calidad, orientada a la formación para una economía productiva, con un curriculum centrado en valores y competencias. La propuesta Educación para transformar a Venezuela formulada por el Foro Cerpe ofrece en este terreno guías especialmente oportunas. De ellas se desprenden, por ejemplo, la necesidad del rescate y valoración de la carrera docente; la aplicación de un nuevo estilo de gerencia para escuelas, liceos y universidades; la restitución de la suficiencia presupuestaria y de la autonomía de las universidades públicas; la aplicación eficiente de un sistema de ayudas sociales a las familias mediante subsidios estrechamente relacionados con la escolaridad.

Se reclama con razón atender con sentido de emergencia aspectos fundamentales como la salud y la alimentación. Los problemas en estas áreas no pueden ser ocultados por más tiempo ni ser retrasada su solución. Tampoco puede quedar para después el establecimiento y aplicación efectiva de políticas de seguridad. En otros planos, se impone la obligación de restablecer el rol de la Fuerza Armada y su posición institucional, procurar y favorecer los equilibrios en la relación laboral, fortalecer la Contraloría General y la Fiscalía y devolver la autonomía al Poder Judicial como instrumentos para un efectivo y radical combate a la corrupción.

En el complejo plano de lo económico se impone un plan coherente que incluya la reestructuración de la deuda pública y de Pdvsa tanto en moneda nacional como extranjera, un plan de ajuste macro-económico que reduzca el déficit a -3%, el establecimiento de la libertad cambiaria y una política monetaria que fomente el ahorro privado, la eliminación de los subsidios, un plan para privatizar empresas en manos del Estado y devolver las tierras expoliadas o confiscadas. En la actividad energética se hace impostergable un plan para reordenar la propiedad, las inversiones y la gerencia. Se imponen también planes específicos para atender el campo de la energía eléctrica y para la recuperación y desarrollo de la infraestructura. Se trata, desde luego, de un programa de dimensiones y complejidad tales que solo puede ser cumplido desde el consenso y con una gran voluntad nacional apoyada por el acompañamiento internacional.

Desde la perspectiva de país, el cierre de 2017 no fue precisamente de celebraciones. El año 2018 lo será en la medida de lo que seamos capaces de hacer, todos, para atender las urgencias que marcan nuestro presente.

Vía ElNacional.com

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