Hace un año, Bolívar fue un cataclismo porque una trastada económica terminó como detonante de una debacle. Eso fue la medida con la que el 11 de diciembre de 2016 Nicolás Maduro decretó la muerte del billete de 100, el mismo billete que sobrevivió a sus condenas y que hoy sigue tan vigente como el doloroso recuerdo de los comerciantes que vieron sucumbir sus negocios ante la rebatiña: el dolor que relatan en este trabajo que, en alianza, publican Correo del Caroní y El Estímulo.
Antes de que todo ocurriera, Melany rezó. La Ferretería Ferremax, el negocio que sus padres inauguraron en 1998 (cuando ella tenía tres años) en la avenida España, de Ciudad Bolívar, era como otro miembro de la familia: allí también había crecido ella. Hablar de Ferremax no es hablar de su otra casa, sino de su hogar. Un hermano para ella, si a ver vamos.
Por eso, en la madrugada del sábado 17 diciembre de 2016, cuando la vorágine saqueadora que había estallado en el sur del estado llegó a Ciudad Bolívar, Melany Milanesa rezó para que al negocio de su familia no lo tocaran.
Que se tranquilizara, le decía a su mamá. Que a la ferretería no van a saquearla, le insistía, porque allí no vendían comida y la gente estaba saqueando porque tenía hambre. ¿Para qué iban a saquear una ferretería? No había razón.
El papá de Melany pasó la noche del viernes 16 y la madrugada del sábado 17 en el negocio. No quería -no podía- dejarlo solo. Los rumores de que los saqueos iban a llegar a Ciudad Bolívar eran más persistentes, y en la madrugada del sábado se materializaron cuando una turba echó abajo las puertas de un Mercal en el sector La Sabanita.
A pesar de que rezaron, y a pesar de la convicción de que no los iban a saquear pues tornillo no se come, se fueron todos para la ferretería porque tenían un dejo amargo que los intranquilizaba.
Vía: La Patilla