Donald Trump firmó una orden ejecutiva para determinar si tiene sentido que Estados Unidos integre y financie todos los organismos multilaterales que fueron creados en el siglo XX.
Esa faena política está en manos de Marco Rubio, secretario de Estado, que en el caso de la OEA tiene ventaja: conoce de América Latina, entiende la lógica de poder en la región, y ha enfrentado desde siempre a las dictaduras en Cuba, Nicaragua y Venezuela.

Rubio ya hizo su tarea, y para la OEA asignó cero dólar en el presupuesto 2026 del Departamento de Estado. Sin los fondos de los Estados Unidos, el foro regional es un fantasma desnudo.
Rubio nombró como subsecretario de Estado a Chris Landau, que también conoce muchísimo de América Latina: se crió en Paraguay, Chile y Venezuela, fue embajador en México y habla español de corrido.
En la Asamblea General de la OEA que concluyó hace dos días en Antigua, Landau explicitó las condiciones de Estados Unidos para permanecer en el foro regional.
Sin eufemismos diplomáticos, el subsecretario de Estado se refirió a la dictadura en Venezuela y a la crisis institucional en Haití, dos asuntos complejos que fueron tratados en zigzag por la OEA.