La extracción de Magallí Meda, Claudia Macero, Omar González, Pedro Urruchurtu y Humberto Villalobos fue un movimiento diseñado hasta el último detalle, que sincronizó un traslado desde Caracas a una playa frente al Mar Caribe, la navegación inmediata a una isla que hizo famosa los Beach Boys, y el vuelo de escasas horas que aterrizó en Miami.

La Operación Guacamaya ejecutada para liberar a los disidentes venezolanos fue una decisión política de Marco Rubio, secretario de Estado de EEYY. Y a su lado se alinearon Chris Landau, subsecretario de Estado, y Mauricio Claver Carone, enviado especial de Donald Trump para América Latina.

No es casualidad que Rubio, Landau y Claver Carone hayan empujado juntos. Los tres tienen compromisos afectivos y políticos con la región, y los tres entienden qué sucede a la sombra del régimen caribeño.

En este contexto, la administración Trump envió un mensaje directo a la dictadura venezolana: si no procede a la liberación de 11 presos políticos que están detenidos-desaparecidos, Estados Unidos actuará con la velocidad y el rigor que ya aplicó en la Operación Guacamaya.

Se trata de nueve estadounidenses, un gendarme argentino y un ciudadano israelí que fueron apresados ilegalmente por el régimen chavista y están recluidos en distintos centros de detención

Maduro ejecuta un bloqueo informativo y diplomático para trabar la liberación del gendarme argentino, Nahuel Gallo, secuestrado en Venezuela

 

Claver Carone accede a la nomenclatura de Maduro, mientras que Rubio y Landau suman esfuerzos que la Casa Blanca ya puso en movimiento.

Landau vivió en Caracas y durante su paso por Harvard escribió su tesis principal sobre la relación entre Estados Unidos y Venezuela. Conoce el terreno como pocos.

Rubio, en su doble rol de secretario de Estado y consejero de Seguridad Nacional, mantiene informado al presidente Trump, que aspira a una nueva derrota del régimen venezolano.

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