Los avisos de búsqueda de personal en las tiendas se han multiplicado. Las renuncias y la migración en las empresas formales también, mientras que quienes aún se mantienen como asalariados han tenido que recurrir a segundas y terceras alternativas laborales en simultáneo para poder sobrevivir a la crisis económica. Ese es el contexto en el que los venezolanos conmemorarán este martes, 1 de mayo, el Día del Trabajador, publica Correo del Caroní.

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“A ningún trabajador le sirve trabajar porque no le alcanza ni para pagar el pasaje; eso afecta tanto al empleado como al empresario”, recalcó el abogado y director de Fundatrabajo, Eleuterio Benítez, quien no duda en asegurar que “existe una crisis profunda del trabajo y la producción en Venezuela” y las perspectivas son altamente sombrías.

El apartado de Empleo de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi 2017) describe al mercado laboral venezolano como altamente intervenido por el Estado; con excesivas restricciones a la libertad empresarial; inseguridad jurídica y desestímulo a la inversión; con presiones contra la autonomía sindical y distorsiones agudas en las relaciones laborales; y fuertemente impactado por la depresión económica y la hiperinflación.

El estudio precisa que en una población total de 31,4 millones de habitantes, la tasa de ocupación alcanza a 91%, mientras que la desocupación ronda 9%, un salto respecto al año previo cuando se ubicó en 7,4%. La mayor parte de los ocupados, 80,6%, está empleado en el sector terciario (comercio y servicios), un ramo que muestra una expansión con respecto a los dos años previos.

Como han alertado Benítez y otros expertos en el sector laboral, la ocupación no garantiza que el trabajo reúna las características del trabajo decente que, de acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), es aquel que “busca expresar lo que debería ser, en el mundo globalizado, un buen trabajo o un empleo digno”.

El director regional adjunto de la Oficina de la OIT para América Latina y el Caribe, Virgilio Levaggi, indica en un artículo publicado en la web de la organización que el trabajo decente se caracteriza por cuatro objetivos: los derechos en el trabajo, las oportunidades de empleo, la protección social y el diálogo social.

Entonces, explica, “el trabajo que dignifica y permite el desarrollo de las propias capacidades no es cualquier trabajo; no es decente el trabajo que se realiza sin respeto a los principios y derechos laborales fundamentales, ni el que no permite un ingreso justo y proporcional al esfuerzo realizado, sin discriminación de género o de cualquier otro tipo, ni el que se lleva a cabo sin protección social, ni aquel que excluye el diálogo social y el tripartismo”.

Trabajos sin ingresos justos

La crisis económica venezolana que ha destruido el poder adquisitivo de los venezolanos no solo ha deteriorado el valor del trabajo, sino que hace más lejana la consecución del ideal de trabajo decente. Nicolás Maduro anunció que un asalariado venezolano recibirá a partir de este 1 de mayo por 30 días de jornada laboral, un salario mínimo legal de 1 millón de bolívares más un bono de alimentación –sin incidencia salarial- de 1.555.500 bolívares.

La suma de 2.555.500 bolívares que recibe un trabajador venezolano al mes equivale aproximadamente al 3,3% de la canasta básica familiar, que en marzo superó los Bs. 75,4 millones. El ingreso mensual no alcanza para cubrir ni un kilogramo de carne ni un kilogramo de leche en polvo, por ejemplo.

De allí que Encovi advirtiera en el estudio reciente que el trabajo formal asalariado pierde importancia como principal fuente de ingresos. “Los beneficios laborales pierden sentido y atractivo”, mientras que la depresión y la hiperinflación impulsan al venezolano a “sobreemplearse de diferentes formas a través de la informalidad para poder alimentarse”.

“La crisis económica ha acabado con los empleos formales. Nadie que trabaje en un empleo formal ganando salario mínimo puede vivir de eso, por eso vemos muchos avisos buscando trabajadores, profesores, etc. Antes te permitía satisfacer tus necesidades y adquirir una vivienda, incluso, y hasta vehículos. Eso no es posible hoy. Si bien hay cambios en el futuro del trabajo, el caso venezolano es distinto”, sostuvo Benítez.

Mientras en el mundo, resalta el director de Fundatrabajo, los líderes se concentran en debatir cómo enfrentar el problema que crea el desempleo tecnológico por el crecimiento de robots realizando labores que antes ejecutaban humanos y se ha planteado una renta básica universal para los desocupados, en Venezuela esta propuesta encajaría “no por los impactos de la tecnología sino por la pobreza”.

Debilidad sindical

Frente a retos cada vez mayores, el movimiento sindical se ha replegado por simpatías políticas y debilidad, producto del desgaste general. “La situación de los trabajadores venezolanos es dramática, no solo se destruyeron las empresas, sino que se acabó con el movimiento sindical. No hay ni fuerza sindical ni movimiento que responda a la situación que los afecta”, sostiene Benítez, quien resalta que una de las dimensiones del trabajo decente que es tener un ingreso suficiente no encuentra respuesta en el actual cuadro de crisis económica y social.

“Por eso los trabajadores de todos los niveles –manuales e intelectuales- todos se ven afectados por este drama, incluso el sector de las Fuerzas Armadas que piden la baja masivamente e, incluso, están desertando. Eso es totalmente contradictorio con un gobierno que se dice de los trabajadores y frente al cual está un ex trabajador, pero que no responde a las necesidades”.

¿Cuáles son las causales que han deteriorado el trabajo como derecho social?

Se alentó mucho el facilismo la corrupción en el propio movimiento. Se creó una cultura del financiamiento del movimiento sindical por parte del Estado no asociado a la productividad y la responsabilidad, y tenemos este cuadro. El descuido de la industria petrolera llevó a una disminución de la renta y eso se refleja en el cuadro de crisis, a lo cual se le suma la inexperiencia gerencial. Ninguna concepción militarista ha estado al servicio de los trabajadores.

Las perspectivas son sombrías, no se ve solución en lo inmediato, y lo que puede hacerse mañana es ver cómo se responde a eso: elaborar una política para afrontar esa situación o ver si los actuales dirigentes sindicales dejan los cargos y asumen otra propuesta, porque los que están al frente son anodinos, no se les ve la cara y los trabajadores son los que sufren las consecuencias. Hay quienes dicen que las condiciones son difíciles, pero hay la experiencia de que los trabajadores han luchado contra dictaduras abiertas como la de Pérez Jiménez, siempre hay posibilidades de luchar.

¿Cómo es que en el actual contexto económico la tasa de ocupación supera el 90%? ¿Cómo sobreviven esos trabajadores?

Las cifras del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) siempre están en cuestionamiento, pero el venezolano trata de sobrevivir; ocurre con el mismo bachaquero, gente que fue llevada a esa situación para sobrevivir vendiendo algún alimento. La crisis está llevando a mucha gente a emprender, formas de cómo generarse ingresos paralelos al trabajo formal, muchas veces superiores. Así sobrevive el trabajador venezolano, con tres o más empleos. Es la forma que han venido adoptando, porque los sueldos y salarios son insignificantes.

Hemos debido privilegiar la formación de oficios y eso se ha descuidado a tal punto que al Inces se le destruyó como institución de formación modelo. Eso hay que fortalecerlo en Venezuela y eso lo estamos analizando y llevando a la práctica en Guayana. Es preferible capacitar a las comunidades en el ejercicio de oficios, la emergencia y la capacidad de resolver problemas está allí. En Unare, hicimos un curso de soldadura con Fundatrabajo con estudiantes universitarios, que seguramente van a migrar. También ofrecemos cursos de emprendimiento, la crisis tiene sus fases positivas.

Vía La Patilla

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