Troncos de palmas dispersos, hojas secas, una laguna vacía y otras a medio llenar son algunas de las imágenes que saltan a la vista en el Jardín Botánico de Caracas, patrimonio cultural de la humanidad desde el año 2000, pero que está sin agua desde principios de marzo.
Además de la crisis económica por la que atraviesa el país OPEP, los venezolanos salen a protestar constantemente por falta de agua, luz, medicinas y alimentos. Distintas zonas de la capital pasan semanas sin servicio de agua y el Jardín Botánico no es la excepción.
Todas las plantas del parque, que ocupa 70 hectáreas y se divide en al menos cuatro viveros distintos, han sufrido por la sequía, incluso las que están a la intemperie, por lo que la colección ha disminuido visiblemente.
El Jardín, alguna vez visto como un orgullo capitalino, llegó a tener una colección de 300 distintos tipos de palma, por ejemplo, pero en los últimos años ha perdido al menos un centenar, según Mauricio Krivoy, director del parque.
La laguna principal, con forma del mapa de Venezuela, necesita permanentemente un millón de litros de agua para mantener el nivel necesario de conservación de las fragantes y coloridas plantas acuáticas, que desprenden aromas de lavanda y frutas tropicales, con azules, rojos, naranjas y morados que resaltan a la vista, provenientes de Asia, África y América.
Actualmente le faltan 400.000 litros de agua, mientras las flores exóticas de Australia y la Victoria cruziana -una planta acuática que puede alcanzar los dos metros de diámetro y capaz de sostener a un niño pequeño- murieron por falta de líquido, dijo Miguel Castillo, encargado del mantenimiento de las plantas de la laguna y profesor del departamento de Ciencias de la Universidad Central de Venezuela (UCV), que alberga al Jardín.
La llamada Ciudad Universitaria, que incluye desde las aulas hasta un hospital, el jardín y obras de reconocidos artistas plásticos como el arquitecto estadounidense Alexander Calder, mereció el reconocimiento como patrimonio cultural de la humanidad, otorgado por la Unesco en el año 2000.
Aunque el Jardín ha recibido donaciones de camiones cisternas y el trabajo de voluntarios que limpian y recolectan desechos, cada día se hace más difícil mantener el parque sin los servicios básicos, según el jefe de viveros, Jan Tillett.
Su presupuesto anual es de 200 millones de bolívares, unos 66 dólares a la tasa del mercado paralelo, indicaron a Reuters empleados del Jardín.
El año pasado, el parque perdió otra parte de las especies de sus viveros, cuando sus espacios quedaron sin protección y una ola de saqueos lo dejaron sin electricidad, computadoras, aires acondicionados, cables, y estructuras que servían de residencias y oficinas para los trabajadores.
El parque no solo alberga plantas: dentro de sus instalaciones se encuentra una gran biblioteca y el herbario nacional, con registros y muestras de 450.000 especies de plantas de toda Venezuela, que no pueden ser almacenadas de manera adecuada por falta y fallas de las instalaciones.
“No se dan las condiciones para hacer las investigaciones, primero porque no hay dinero”, dijo Naida Avendaño, investigadora y curadora del herbario.
El Ministerio de Información no respondió de inmediato a una solicitud de comentario, mientras fuentes del Jardín aseguraron que mantienen conversaciones con personas del gobierno para buscar soluciones a los problemas del parque.
Al compartir la toma principal de agua con el Hospital Universitario, el Jardín no es prioridad y el agua es destinada a las instalaciones del centro de salud, aunque igualmente trabajadores y pacientes del centro de atención deben llevar su propia provisión de agua.
“Los cactus también necesitan agua, aunque no lo crean”, dijo Tillett, con 15 años de experiencia en el lugar. “Las plantas sin agua no crecen”.
VÍA LA PATILLA.