Joe Biden, presidente de Estados Unidos, y el expresidente peruano podrían formar pareja y no precisamente de baile, pero los analistas creen que detrás del anuncio de su candidatura en redes sociales, hay algo más.
La primera vez que ganó las elecciones, Alberto Fujimori (1990) se presentaba como un profesor peruano de padres japoneses. Enfrente tuvo a Mario Vargas Llosa, el escritor que aún no se había convertido en Premio Nobel. La sociedad limeña y la del Perú profundo tenían que elegir entre dos hombres que venían del extrarradio de la política.
Los sondeos iniciales anunciaron que el autor de Los Cachorros era el que tenía la candidatura más firme, pero algo pasó. El sueño de tomar las riendas de un Perú acorralado por el terrorismo de Sendero Luminoso y otros grupos como el MRTA, (Movimiento Revolucionario Tupac Amaru) se convirtió para el escritor en una pesadilla.
La imagen contrastada entre un elegante Vargas Llosa y aquel «chinito» que hablaba a trompicones español se expuso en un debate de televisión al que algunos atribuyen como el golpe mortal de Fujimori. El ingeniero agrónomo descolocó a Vargas Llosa al dirigirse a él como «señor Vargas», como si fuera un ciudadano corriente y no quien era. Alan García se atribuyó la idea y presumía en tono burlón de ella. Verdadero o falso, el hombre que prefirió pegarse un tiro antes de salir de su casa con las manos esposadas, logró lo que pretendía: que el autor de La Fiesta del chivo fuera derrotado en las urnas.
El Fujimori de hoy es una caricatura dramática del que fue
Desde entonces han transcurrido veinte años. Fujimori, que finalmente resultó ser japonés de nacimiento, gobernó entre 1990 y 2000, con mano de hierro y arruinó el objetivo de Sendero de asaltar Lima cuando sus columnas se acercaban peligrosamente a la capital. Los peruanos comenzaron a respirar tranquilos, aunque las verjas de las casas terminadas en flechas y los cerrojos permanecieron.
La época de las privatizaciones –eran los años 90– dio una etapa económica de bonanza y «el chino» , como se presentaba Fujimori, no tenía quien le hiciera sombra. Pero el exceso de poder y la pareja política de facto que formó con Vladimiro Montesinos, expulsado del Ejército por traición a la patria, sumió al gobierno en la oscuridad absoluta de los atropellos, los abusos, las castraciones de mujeres pobres y la corrupción. Eran los años de los escuadrones paramilitares de la muerte, del Grupo Colina, de la Matanza, de los profesores y alumnos de la Cantuta, del terrorismo de Estado.
Montesinos, protegido o vinculado a la CIA en aquellos tiempos, cumple su condena en la prisión de Ancón II, pero antes hizo escala en la hermética Base naval del Callao . Su supuesto jefe, Fujimori, cumplió 16 años de prisión por delitos de lesa humanidad. Estaba condenado a 25, pero como recuerda Alfredo Torres, presidente ejecutivo de la consultora Ipsos Perú, «fue indultado, no amnistiado».
El Fujimori de hoy es una caricatura dramática del que fue. Camina con una mochila de oxígeno, padece un cáncer de lengua y tiene 85 años de edad. Él y Biden podría formar pareja y no precisamente de baile. ¿Por qué presentarse como candidato a unas elecciones previstas dentro de dos años? Esa es la pregunta.
«No es el propio candidato quien ha anunciado su postulación a un cargo tan alto como la presidencia de la república», observa Hugo Coya, autor de una jugosa colección de libros, entre ellos El espía. «También llama la atención -añade- que lo haya hecho con tanta anticipación, incluso cuando aún no se han convocado oficialmente las elecciones».
Juicio paralelo al anuncio
Otro dato, añade, merece ser destacado, «El anuncio -de su candidatura- ha ocurrido durante un juicio en el que se le juzga, junto a otros dirigentes de su partido, por haber escondido aportes de empresas y empresarios en sus campañas electorales anteriores. Y se ha hecho, además, en una cuenta en una red social. No hubo comparecencia ante la prensa ni de ella ni de él».
Ella es Keiko Fujimori, la hija que ha intentado una y otra vez, sin éxito, llegar a la presidencia. Es la misma hija que «se opuso abiertamente al indulto de su padre otorgado por el expresidente Pedro Pablo Kuczynski», recuerda Coya.
Para José Vales, otro fino analista político de la política peruana, «la candidatura de Fujimori por el momento aparece como un desesperado intento de marketing de recurso de cara a las elecciones de 2026. El fujimorismo, en este caso Keiko de la mano del papá , buscan acaparar el voto de ese sector de la población que tomó distancia del movimiento tras la huida al autoexilio en Japón» del viejo expresidente.
Globo de ensayo
«Tratándose de un octogenario, quien, en virtud de lo que fueron sus 16 años en prisión, está más acostumbrado a plantar bonsáis que a gobernar», esta decisión, según Vales, pone de manifiesto una realidad dramática. «La ausencia absoluta de líderes y de candidatos potables. Esto también aparece como un elemento que la familia Fujimori demostró al lanzar este globo de ensayo».
Otro factor a tener en cuenta es, a su juicio, «demostrarle a los peruanos que «el emperador» está de regreso: fabrica causas judiciales en contra de periodistas y opositores, como varios de los que durante su gobierno denunciaron la corrupción, la violación de derechos humanos y los constantes ataques a la Constitución por parte del expresidente y Vladimiro Montesinos, como es el caso de Gustavo Gorriti».
Así las cosas, ¿por qué sacudir a Perú con su regreso? Alfredo Torres lo resume. «El «operativo psicosocial» consiste en 1- Unificar al fujimorismo 2- Distraer a la ciudadanía para que hablen de él y no de ella (que está en un proceso judicial por haber recibido donaciones de campaña) 3- Victimizarse cuando le impidan ser candidato y 4- Keiko volverá a «sacrificarse» cuando ello suceda».
En este escenario, se alzan las voces que reclaman la nulidad del indulto que le concedieron por razones humanitarias. Torres, insiste: «La ley y la Constitución peruana son claras. El indultado puede salir de la cárcel, pero su inhabilitación para postularse se mantiene». Dicho esto, añade, «tiene pendiente pagar una reparación civil de más de 10 millones de euros».
No lo votaría más del 60 por ciento
El debate sobre si Fujimori puede o no puede presentarse está abierto, pero la pregunta es: ¿Lo votaría la gente? Alfredo Torres ha medido su popularidad en Ipsos Perú. «En las encuestas que hemos hecho su intención de voto es similar a la de su hija Keiko. Y su rechazo también». Esto es, «no lo votaría más del 60 por ciento».
Las explicaciones a este anuncio de regreso de El chino se suceden, pero imaginar a un Fujimori presidente en 2026 resulta casi tan difícil como pensar que, Joe Biden, es capaz de llegar en plena forma a noviembre. Dicho esto, el mundo y Perú, siempre Perú, no dejan de ser una enorme caja de sorpresas.