L.R.: Colombia, como todos los países de América Latina, pasa por unas transiciones que nos desafían a todos, que nos preocupan, pero que nos deben invitar al compromiso. Hay situaciones muy complicadas en el país. No deja de preocuparnos profundamente lo que ocurre en las regiones con el conflicto armado, con la proliferación de grupos armados de distinta índole, con las economías ilegales, el abandono del Estado, con tantas muertes. Es que Colombia se ha convertido en una fábrica de muertes violentas en las ciudades y territorios periféricos. Eso no nos deja indiferentes, no nos deja tranquilos. Debe detenerse.

SEMANA: ¿Es un problema histórico o reciente?

L.R.: Usted y yo sabemos que eso es histórico, pero se está recrudeciendo. Hay factores que influyen para que se recrudezca. Hay desafíos que deben ser nuevos: cómo afrontar, cómo mirar, cómo analizar, qué proponer, por dónde encontrar salidas, y ahí nos encontramos con que tenemos que entrar en juego todos. No podemos decir que unos aportan y otros reciben, sino que todos aportamos y todos recibimos.

SEMANA: ¿Qué le pide a Dios en Semana Santa?

L.R.: Que nos dé sabiduría, así lograremos entendernos, mirarnos, dialogar en medio de las diferencias. Una de las características de los 12 apóstoles que caminaron con Jesús es que era un grupo de distintas personas, con diferentes maneras de ver la fe, personalidades y culturas, pero Jesús los llevó a la unidad, a tener una sabiduría fraterna y comunitaria. También que nos dé la capacidad de reconocernos y de respetarnos entre nosotros. Y, tercero, que nos dé una visión de país, no de corto plazo, sino de largo plazo, de tal manera que los momentos coyunturales no nos atrapen y nos quiten la libertad, sino que nos permitan caminar por un horizonte común.

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