La Iglesia Católica pidió perdón a las víctimas por los hechos acontecidos especialmente en Flandes, pero rechaza que existiera un pago por la adopción de bebés. Foto: Pixabay

Igual que un mensaje en una botella lanzada al mar, en que nunca se sabe si alguien responderá, decenas de personas escriben mensajes similares en un grupo de Facebook: “Hola, nací el 3 de julio de 1965 en un hospital en Malo-Les Bains [norte de Francia] y luego fui adoptada por una familia belga, busco a mi madre biológica”, reza uno de ellos. Según los cálculos, entre 1950 y hasta mediados de los años 1980, unas 30.000 personas provenientes de familias belgas de clase alta nacieron en Francia para luego ser dadas en adopción. No es casualidad el porqué nacieron del otro lado de la frontera: en Francia existe una ley que permite dar a luz bajo anonimato en que los descendientes difícilmente pueden saber su origen. Una excepción dentro de la Unión Europea.

Dar a luz en Francia

Christophe de Neuville y Donatienne Cogels nacieron ambos en el norte de Francia, ninguno de los dos conoce sus orígenes, pero los buscan desde hace décadas. Tienen muchas preguntas. ¿De dónde vienen? ¿Quiénes son? ¿Cuáles son sus orígenes? ¿Quiénes fueron sus madres? Desde siempre supieron que eran niños adoptados a través de la asociación francófona Thérèse Wante. Una organización con estrechos lazos con la Iglesia católica e importantes relaciones con la aristocracia y las clases pudientes belgas, especialmente su fundadora, cuya organización aún lleva su nombre.

Donatienne nació el 17 de enero de 1964, pesaba 3,9 kilos cuando llegó al mundo, según su partida de nacimiento, en Villers-Semeuse, en la región de Champaña-Ardenas en Francia. Diez días después fue adoptada. En el documento de adopción se asegura que eran “familias cristianas por ambos lados”.