Jesica Fernández solía reunirse con otros siete miembros de su familia cada fin de semana para un gran asado. La carne de res ya no forma parte del menú, y ahora es más probable que se reúnan a comer espagueti o alitas de pollo.
En Argentina, un país amante de la carne, ahora los asados sólo se organizan en los cumpleaños y ocasiones especiales, dijo Fernández.

Fernández, de 31 años, es una de millones de argentinos que atraviesan problemas para que el dinero les alcance hasta fin de mes en un momento en que la tasa inflacionaria anual alcanzó un 102,5% en febrero, la primera vez que llega a tres dígitos desde 1991.

Estaba de compras en un mercado patrocinado por el municipio de Lomas de Zamora, a unos 25 kilómetros (15 millas) de la capital, en donde los negocios ofrecen productos básicos a precios más bajos a cambio de un espacio de venta libre de costo.

“Compramos menos carne y compramos menos cosas. En realidad no te podés dar los gustos que te dabas antes”, declaró.

El Instituto Nacional de Estadística y Censos de Argentina (INDEC) informó esta semana que los precios al consumidor subieron 6,6% en febrero en relación con el mes previo, una cifra más alta de lo anticipado, que se suma a los años de inflación anual de dos dígitos durante la última década. Los alimentos fueron algunos de los productos que más subieron durante febrero, con un aumento del 9,8% respecto a enero, en parte debido a la intensa sequía que ha disparado los precios de la carne y otros productos.

“La situación está difícil, cada día más”, dijo Daisy Choque Guevara, de 42 años.

Mabel Espinosa, de 37 años, recorría el mercado acompañada de su bebé de 10 días de nacido, Gael, con la esperanza de encontrar ofertas para comprar comida suficiente para ella, su esposo y sus seis hijos.

“La plata no alcanza para nada”, puntualizó. “¿Asados? Olvidate”.

El presidente Alberto Fernández ha pasado apuros para frenar la creciente tasa de inflación en el país, que sin lugar a dudas será un punto clave en la campaña presidencial de cara a los comicios de octubre.

Desde hace tiempo, los argentinos han tenido que librar prolongadas batallas contra el alza de precios, más que en cualquier otra parte, debido a la tendencia del gobierno a imprimir dinero para financiar gastos. Esa tendencia se aceleró durante la pandemia de COVID-19, y una marcada depreciación de la moneda local también contribuyó a las alzas.

El gobierno centroizquierdista de Fernández ha intentado detener la inflación mediante controles de precios, los cuales han fracasado en gran medida. Gran parte de la oposición asegura que Argentina necesita un plan más amplio de estabilización que incluya una marcada reducción del gasto público.

“El dato de inflación obviamente nos parece malo, malísimo, y además no era el esperado”, señaló la vocera presidencial Gabriela Cerruti. “El gobierno sigue con su compromiso firme en controlar los precios, controlar la inflación, que vaya bajando la inflación y no sigan aumentando los precios”.

Espinosa, sin embargo, no está convencida de que la situación vaya a mejorar, al menos en el corto plazo.

“Yo lo llamo resignación, no va a cambiar … ¿para que nos vamos a enojar?”, dijo. “Hoy lo conseguís a un precio y mañana lo conseguís a otro precio y ya te da lo mismo. Lo tenés que pagar porque lo necesitás”.

La gente tiene que reducir gastos de donde pueda.

“Antes sí podía comprar, ponele, dos yogúrts. Ahora puedo comprar sólo uno”, dijo Roxana Cabrera, de 38 años.

Todo aquello que no es esencial tendrá que esperar para un mejor momento.

“Antes podía comprar, ponele, ropa, pero ahora ya no”, reiteró. “Ahora sólo puedo comprar alimentos”.

Para algunos, las opciones son aún más drásticas.

“No se cena”, dijo Yanet Nazario, quien vive con tres de sus hijos y siete nietos en un barrio popular de Buenos Aires. Estaba comprando harina y jabón en un estante improvisado instalado por una cooperativa en su vecindario, en el que están a la venta algunos productos básicos a precios más bajos que en las tiendas.

“Es muy sacrificado ahorita porque no nos alcanza la plata que gana uno, hay que trabajar mucho más. Vamos a los comedores”, añadió.

En casa, los niños cenan en los comedores de beneficencia, que ahora limitan sus alimentos sólo para los jóvenes debido a la gran demanda.

“Los grandes tomamos una taza de té”, comentó. “Al día siguiente no tomamos desayuno pero sí almorzamos”.

 

 

 

Fuente: Union Tribune

Loading...