Gustavo Petro y Gabriel Boric se alistan para escenificar, una vez más, su sintonía política. Con su visita de Estado a Chile a partir de este lunes, el presidente colombiano afianza el eje progresista latinoamericano que tanto ha enfatizado. Ambos mandatarios encabezan la nueva camada de líderes de izquierdas en la región, un bloque heterogéneo con abundantes matices, y buscan estrechar lazos en un momento crítico, pues el antiguo dirigente estudiantil que frenó a la ultraderecha en Chile se encuentra embarcado en los renovados esfuerzos por sacar adelante una nueva Constitución.
El presidente de Colombia se reunirá con las cabezas de todas las ramas del Estado. El lunes tendrá una audiencia con Boric en el Palacio de la Moneda, y después con los presidentes del Senado y la Cámara de diputados, además de la alcaldesa de la comuna de Santiago al final de la jornada. Y el martes, antes de regresar, visitará el Palacio de los Tribunales de Justicia, donde se encontrará con el presidente de la Corte Suprema.
Petro, un convencido de la integración latinoamericana, se acercó a Boric cuando apenas era candidato, e incluso viajó a su investidura, en marzo del año pasado, en plena campaña colombiana y en vísperas de las elecciones legislativas. Un evento al que no asistió el entonces presidente Iván Duque. El candidato Petro y el presidente Boric tuvieron abundantes gestos de camaradería, incluso fotos en las que dibujaban la forma de un corazón con las manos. Esa cercanía le permitió al colombiano suavizar su imagen para convertirse en el primer presidente de izquierdas en la historia moderna del país.
Boric correspondió más adelante con su presencia en la toma de posesión de Petro, el pasado 7 de agosto. Ambos incluso comparecieron juntos en su primera rueda de prensa como presidente, en la que pusieron el énfasis en “revitalizar la comunidad andina” y otros mecanismos de integración. Y también coincidieron este 1 de enero en otra investidura de un presidente progresista, una más, la de Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil.
Con Lula, las cinco principales economías de la región están por primera vez en manos de líderes de izquierda –o que se vanaglorian de ello, junto a México y Argentina–. Pero abundan los matices. El progresismo que despunta con Petro y Boric no es la izquierda explotadora de materias primas, tiene una marcada agenda ambiental y reivindica los derechos de identidades y comunidades minoritarias. Allí se han encontrado, ambos entienden los combustibles fósiles como parte del pasado para poder enfrentar la crisis climática.
Chile también ha aceptado la invitación para ser uno de los países garantes del proceso de paz con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), la última guerrilla activa en Colombia. Desde el primer día, Petro ha puesto la Cancillería colombiana al servicio de su política de paz total, que incluye una implementación más decidida del acuerdo de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y la negociación con el ELN. Y ambos presidentes también han buscado fórmulas para liberar a personas detenidas en medio de los respectivos estallidos sociales que los precedieron en sus países, como prometieron en campaña. “La protesta social no se debe criminalizar si de fortalecer la democracia se trata”, reaccionaba Petro hace una semana ante una noticia sobre el indulto de Boric a presos de las protestas. Pero lejos de ese tono de respaldo, la polémica desatada en Chile ha terminado por forzar este sábado la dimisión de la ministra de Justicia y del jefe de Gabinete.
Petro aterriza en plena crisis política. En medio de las coincidencias, también han emergido diferencias entre Bogotá y Santiago. Cuando la nueva Constitución que abandera Boric encalló en el plebiscito del pasado septiembre, un momento delicadísimo, Petro tuvo una reacción abrupta. “Revivió Pinochet”, escribió en Twitter cuando Boric ni siquiera había hablado aún en público. Ese mensaje generó controversia. Y después, ante la destitución del peruano Pedro Castillo por parte del Congreso, Boric se desmarcó del respaldo de los gobiernos de Colombia, México, Bolivia y Argentina al profesor rural, lo que evidenció las fisuras del bloque progresista. También se ha mostrado más crítico que sus socios con el Gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela, con el que que Petro ha restablecido relaciones.
“La izquierda de Boric no está dispuesta a ponerle peros al compromiso con la democracia liberal tal como se conoce. Si uno mira las posiciones internacionales de Chile, en eso han sido clarísimos y súper coherentes”, apunta la internacionalista Sandra Borda, profesora de la Universidad de Los Andes. Además, ante el batacazo del plebiscito, el presidente chileno está volcado a que el próximo ensayo de Constitución salga bien, lo que lo obliga a moverse hacia el centro y acercarse a la clase política tradicional, explica, por encima de cualquier plan de liderazgo regional o de los temas de política exterior. “Eso sugiere que no es una buena coyuntura para hacer mucho alarde de la visita de Petro”, valora.
Fuente: El País