Lo que hay que preguntarse de entrada es si el gobierno de Nicolás Maduro se encuentra en mejores condiciones para salir airoso del reto que le ha planteado el presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó. A simple vista parece un gobierno consolidado que tiene al frente a una oposición sin fortalezas. Pero las apariencias engañan.

Por: Juan Carlos Zapata/. ALnavío| 

Desde que el 5 de enero se juramentó Juan Guaidó como presidente de la Asamblea Nacional y el 10 de enero Nicolás Maduro ante el Tribunal Supremo de Justicia, las cartas están echadas. Los polos opuestos van a una nueva confrontación. Y tal vez sea el choque decisivo que conlleve a que Maduro y el chavismo se queden por años y décadas en el poder o que la oposición logre debilitar tanto al régimen que este no pueda sostenerse.

Ya se habla de desenlace. Ya se habla de un choque inevitable. Ya se habla de fuerzas que se mueven, y para muchos desconocidas. Por primera vez, he visto actores políticos y empresariales de envergadura desconcertados ante la línea lanzada por el joven presidente -35 años- del Parlamento venezolano. Porque algunos de estos actores le dijeron a Guaidó que hiciera lo contrario de lo que está haciendo y da la casualidad que sectores radicales de la oposición quieren que Guaidó haga también lo contrario de lo que está haciendo. Para estos últimos, Guaidó ya ha debido

declararse Presidente de la República. El Gobierno también quiere esto para actuar, y en ese sentido la señal de este domingo de detenerlo por media hora. De modo que los extremos se tocan. Radicales y Gobierno coinciden.

Pero Guaidó tiene otro plan. Y él lo ha dicho. No hará lo que haya que hacer hasta que el pueblo lo acompañe, hasta que la Fuerza Armada lo acompañe, hasta que los sindicatos lo acompañen, hasta que el chavismo disidente también lo acompañe, hasta que los distintos sectores que todavía hacen vida en Venezuela lo acompañen. Por ahora cuenta con el decisivo apoyo de la comunidad internacional.

Quien mejor ha recogido la estrategia de Guaidó es el analista Jesús Seguías, presidente de la consultora Datincorp: “Pragmatismo de anciano en boca de un joven”. A 10 días de haber asumido el cargo, ha superado las expectativas iniciales. Ha terminado de convencer a quienes incluso se llevaron las manos a la cabeza al oírle el primer discurso en calidad de presidente del Parlamento, que es hoy por hoy el único poder legítimo de Venezuela. En 10 días ha ido sumando. En 10 días ha ido despejando una hoja de ruta. En 10 días ha celebrado varias reuniones y actos públicos, y cada vez con mayor asistencia. En 10 días ha logrado que el Gobierno cometa el error de detenerlo. Y hoy es noticia mundial.

Tal como estaba previsto, la juramentación de Maduro iba a producir reacciones. E iba a desencadenar fuerzas. Lo que nadie preveía son las expectativas. La activación de fuerzas que estaban dormidas y que ahora despiertan. El discurso de Guaidó llamando a la conciliación, y proponiendo una amnistía para militares no ha caído en saco roto. Porque además de lo que dice, es cómo lo dice Guaidó: sin estridencias, sin amenazas; sereno y pausado, que ya con ello marca un estilo diferente en un país que oyó por años los insultos y los gritos de Hugo Chávez y sigue escuchando los insultos y gritos de Maduro, pese a que uno hablaba de amor y paz y el otro repite paz y amor.

“Yo les hablo de amnistía, de perdón y de reconciliación. Los que tienen miedo son los que están en (el Palacio de) Miraflores porque son una cúpula de siete envilecidos ladrones que pretenden robarnos la esperanza, pero ya no van a poder frenar el ímpetu de la gente por un cambio para superar la pobreza y el hambre”. Eso dijo Guaidó luego de ser liberado, y es lo que según su versión, le dijo a sus captores. Después el Gobierno afirmó que el hecho respondió a una acción unilateral de un grupo de funcionarios, lo cual no es creíble. Y si fuera cierto, demuestra la situación interna en los cuerpos represivos. Hace poco, un grupo de policías de la misma policía política que detuvo a Guaidó, actuó contra la caravana presidencial, generando cualquier tipo de conjeturas.

¿Pero es más fuerte el gobierno de Maduro que hace 4 años cuando la oposición alcanzó el control de la Asamblea Nacional? ¿Es más fuerte luego con un Parlamento acusado de estar en desacato y al que le han arrebatado las competencias? ¿Es más fuerte pese a que el Alto Mando Militar le ha jurado lealtad? ¿Es más fuerte a pesar de que derrotó a la oposición en la calle, reprimiendo y matando jóvenes, gente del pueblo, y encarcelando y torturando dirigentes políticos? Veamos:

Es un Gobierno al que no reconocen los países más importantes de la comunidad internacional.

-Es un Presidente ilegítimo.

-Es un Gobierno enfrentado a todos los países vecinos.

-Es un Gobierno al que le queda un solo aliado en SudaméricaEvo Morales.

-Es un Gobierno que cuenta con dos aliados incondicionales en la región, Cuba y Nicaragua.

-Es un Gobierno que no ha podido resolver la crisis económica. (Hoy anunciará nuevas medidas).

-Es un Gobierno desacreditado por haber originado un éxodo masivo de venezolanos.

-Es un Gobierno que ha coartado la libertad de prensa.

-Es un Gobierno que ha roto el hilo constitucional.

-Es un Gobierno que ya no vende esperanza.

-Es un Gobierno confrontado por fuerzas chavistas declaradas disidentes.

-Es un Gobierno que controla la Fuerza Armada, pero una Fuerza Armada con fisuras internas.

-Es un Gobierno que llevó al extremo la complicidad con la Fuerza Armada, lo cual incluye la corrupción.

-Es un Gobierno que destruyó PDVSA.

-Es un Gobierno que hizo lo que parecía imposible: tumbar la producción petrolera.

-Es un Gobierno que entró en default con los bonos de la deuda.

-Es un Gobierno cuyos aliados, Rusia y China, lo observan con cuidado, más en lo económico.

-Es un Gobierno sancionado, y sus principales dirigentes, sancionados, también.

-Es un Gobierno con problemas internos: no ha podido sacar el proyecto de Constitución que Maduro prometió.

Es un Gobierno que no ha podido arrasar con la Asamblea Nacional.

-Es un Gobierno que a pesar del terror no ha podido acabar con la protesta social.

-Es un Gobierno que no ha podido arrasar con el espíritu ni las fuerzas democráticas.

-Es un Gobierno que a pesar de haber derrotado a la oposición en la calle no logró celebrar elecciones masivas.

-Es un Gobierno cuya base de apoyo es fundamentalmente clientelar.

-Es un Gobierno partido en grupos, con unidad circunstancial.

-Es un Gobierno incapaz de vender un proyecto de país.

-Es un Gobierno que lanzó una Asamblea Constituyente y a la que al cabo de dos

años ha desprestigiado.

-Es un Gobierno acosado por las denuncias de corrupción, una corrupción planetaria.

-Es un Gobierno de un país del que escapan magistrados del Tribunal Supremo y ex altos funcionarios.

-Es un Gobierno a cuyo presidente ni siquiera el Papa quiere recibir.

-Es un Gobierno aliado de los peores regímenes del mundo.

-Es un Gobierno sin credibilidad para recomponer la institucionalidad.
-Es un Gobierno sin voceros con credibilidad nacional e internacional.
-Una pregunta que es duda a la vez: ¿Se prestarán la Guardia Nacional y los cuerpos policiales a repetir la represión de 2017, 2016 y 2014?

De modo que Maduro no es más fuerte que hace 4 años. Tampoco es más fuerte que hace un año ni hace un mes. Pero eso no significa que ya está derrotado. Maduro ha sido un sobreviviente. Maduro ha sabido resistir. Sabe administrar la crueldad. Sabe administrar el chantaje y la presión hacia los suyos y el enemigo. Esta vez la cuantía de frentes abiertos supera el número de aliados, fortalezas y recursos. Con decir, que hasta el entorno inmediato tiene problemas que le generan cuadros de duda e incertidumbre, y de allí pueden surgir factores que le retiren el apoyo. Maduro tiene enfrente a un joven que no representa el pasado, y ni siquiera puede acusarlo de oligarca y burgués. Maduro mantiene un discurso militar mientras que Guaidó habla con el tono y el fondo del dirigente civil, y esto hoy es una fortaleza, luego de años de impronta militar. La política de Maduro ahora es lenta pues debe medir los pasos y las reacciones internas. Guaidó también va a un ritmo. Sin prisa pero sin pausa. Porque lo primero que se ha propuesto es el despertar de las fuerzas que se oponen al régimen. Y es convencer a los otros factores de la ruta. Y que la misma se recorra en unidad. En resumen, Guaidó está proponiendo que es posible el cambio, y que es posible la transición, y que una vez lograda, lo primero es la reconciliación, la amnistía y un pacto de país. Le está diciendo a Venezuela que la recuperación económica también es posible, y de allí la suma de apoyos internacionales, de países dispuestos a ayudar.

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