La población venezolana ha sufrido en los últimos cinco años un incesante crecimiento del precio de los productos de distinta naturaleza que afectaron y continúan impactado negativamente en su calidad de vida. Ese crecimiento incesante de los precios se denomina inflación.

Con el aumento de los precios la capacidad real de compra de las familias disminuye. Pero no es un asunto solo de números. Es un problema de calidad de vida y de disfrute de derechos.

Un Estado que como consecuencia de sus políticas erradas genera altos niveles de inflación produce una violación colectiva de los derechos de sus ciudadanos. El creciente costo de la vida repercute en el derecho a vida, a la alimentación, a la salud, la educación, la cultura y la recreación, entre otros.

En el caso venezolano la situación es más grave. A la población se le impone una situación conocida como hiperinflación. Es una subida descontrolada de los precios que le quita rápidamente valor a al dinero que poseen las personas. La variación de precios de una semana a otra puede ser significativa. Es lo que constatamos día a día quienes vivimos en Venezuela. Los precios se modifican con gran rapidez y aumenta la incapacidad de adquirir muchos productos, o comprarlos en menor cantidad.

El incesante aumento de los precios termina constituyendo una de las políticas más antidemocráticas y antipopulares que puede aplicar un Gobierno, principalmente contra los más pobres. Es antidemocrática, porque el fenómeno inflacionario genera exclusión. Importantes sectores de la población se ven privados de participar en la dinámica colectiva de la sociedad. Al obligar a las personas a preocuparse exclusivamente por su sobrevivencia se le impone barreras para dedicarse a otras actividades. La dinámica de nuestra sociedad en los últimos años de alta inflación lo demuestra cuando se pierde el interés de muchas personas de participar en actividades comunitarias porque su mente y cuerpo están orientados a resolver sus tres comidas diarias si es que lo logra.

La inflación y más en los niveles actuales de hiperinflación, genera constantemente pobreza y miseria. Por eso semanalmente se reporta la muerte de niños y niñas por desnutrición. Pero también aumenta el número de adultos que muere por esa misma causa.

El fenómeno de alta inflación condena a la muerte a muchas personas. Hay una violación colectiva del derecho a la vida.

El costo creciente de los productos favorece la exclusión escolar. Niños y adolescentes que dejan de asistir a clases porque no se alimentan, no tienen para el pasaje, ni para uniformes y mucho menos para los cuadernos y libros. Se les priva del derecho a capacitarse y disfrutar de las bondades de estar en la escuela realizando vida colectiva.

La inflación también condena a la muerte cuando las medicinas además de escasas, tienen un alto costo imposibles de adquirir para personas de limitados recursos económicos. Son recurrentes las lamentables historias en nuestro país de personas de distintas edades que murieron porque los familiares no contaban con el dinero suficiente para adquirirlas

Por ello, cuando se habla y debate sobre los niveles actuales del costo de la vida y las graves proyecciones para este año, debemos de pensar no solo en porcentajes, sino en vidas, en disfrutes de derechos, en las consecuencias negativas que tiene para las mayorías. El Gobierno con sus políticas erradas en materia económica también produce una masiva y sistemática violación de los derechos humanos.

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MARINO ALVARADO | @MARINOALVARADO
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