El puente de Rumichaca es el paso fronterizo más importante entre Ecuador y Colombia, pero desde hace ya dos años se ha convertido en una especie de encrucijada para la esperanza, el dolor y la incertidumbre de miles de venezolanos que salen de su país en busca de un futuro mejor.

El paso fronterizo, que hasta hace poco era testigo de largas filas de vehículos de ecuatorianos que cruzaban a Colombia para hacer compras baratas, es la puerta por la que miles de venezolanos, ignorando las situaciones políticas, continúan llegando a Ecuador como escala o residencia para sus proyectos.

La semana anterior Ecuador advirtió al gobierno del presidente Nicolás Maduro, de no interferir en los asuntos ecuatorianos, después de que se pusiera del lado del ex mandatario Rafael Correa por requerir la Justicia ecuatoriana su detención por un caso de secuestro en 2012.

Los miles de venezolanos que entran a diario por Rumichaca ignoran o eluden el distanciamiento político entre los dos gobiernos; tampoco es que les interese demasiado teniendo en cuenta el drama que arrastran.

Desde que salen de Venezuela, la ira y la tristeza son las emociones que reflejan muchos de ellos cuando cruzan el puente hacia el sur, porque si para muchos de ellos Ecuador es su destino, para otros solo sirve de paso hacia países que creen más interesantes, como Perú, Chile e incluso España.

Es el caso de Eliana Díaz, del estado de Carabobo, cuyo objetivo es trabajar y reunir dinero en Ecuador para reencontrarse con su esposo, un español que retornó a su país por las dificultades políticas y sociales de Venezuela.

En declaraciones a EFE explicó que, en Venezuela, los trámites de documentos tardan 20 meses y que “los ahorros ya no alcanzaban para cuando estuvieran listos”.

Otra venezolana narró a EFE el difícil trayecto: “Nos estafaron, nos secuestraron, nos maldijeron en Colombia, estuvimos en un monte hasta que pudimos salir”.

Asegura que también la empresa de transporte se aprovechó de ellos.

El número de venezolanos que han entrado en Ecuador en los últimos cinco años se ha disparado de forma pronunciada, aunque es difícil establecer una cifra exacta.

El promedio de ingreso gira alrededor de las 100.000 personas al año en el último trienio, según cifras del Ministerio de Exteriores, aunque a decir de Migración Colombia hasta mayo de 2018 eran más de 286.000 los venezolanos que habían salido por el Puente Internacional de Rumichaca.

El portal de Eduardo Febres, ex diplomático y activista social por los derechos de los migrantes, asegura que en Ecuador ingresan a diario 5.139 venezolanos, pero más de la mitad se trasladan a otros países.

Esta masiva afluencia hace que la situación en Tulcán, la ciudad del lado ecuatoriano de la frontera, se torne muchas veces desesperante pese a las ayudas de fundaciones y grupos familiares que se organizan para brindarles sándwiches y bebidas a diferentes horas del día.

Allí, las maletas sirven de sofás para soportar el tiempo que deben esperar, a veces por más de 24 horas antes de ser recibidos legalmente en Ecuador.

En las noches frías se acomodan en las veredas, mientras que los niños se acurrucan en los brazos de sus madres para aplacar el frío y la incertidumbre.

Las carpas o tiendas de campaña instaladas por el Municipio de Tulcán, cerca del puente, protegen a los venezolanos de las lluvias, mientras un servicio médico gratuito ofrece certificados de vacunación a los niños migrantes.

El trayecto sin embargo es agotador: 27 horas de viaje por vía terrestre desde la ciudad colombiana de Cúcuta, en la frontera con Venezuela, más las esperas en las terminales de migración.

Y es que a su llegada al puente los migrantes deben realizar un doble trámite en Colombia y en Ecuador, con largas colas en ambos lados para sellar sus pasaportes.

La espera parece eterna, pero la actitud positiva y esperanzadora es la fuerza que parece mantener en pie a estos migrantes.

Julián Romero, del norte de Venezuela, “huyó” para encontrar una mejor vida para su familia y ahora quiere demostrarles a los ecuatorianos que su país es de “gente trabajadora”.

“No soportamos tanta necesidad en Venezuela, agradecemos a los países que quieran ayudarnos y demostraremos que somos gente trabajadora y dejaremos a nuestra nación por lo alto”, dijo.

A su alrededor, varios compatriotas gritaban “¡Qué viva Venezuela!” y hacían gestos patrióticos con los que evidenciaban que, si bien han dejado su país, nada ni nadie les podrá arrebatar su identidad.

VÍA LA PATILLA.

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