Rutinas trastocadas. Estrésinsomnio, cambios de horarios y tener que recurrir a viejas costumbres. Estas son algunas de las consecuencias para miles de venezolanos que aún padecen de prolongados y continuos cortes eléctricos, “programados” o no, y de otros problemas derivados como la falta regular del suministro de agua en sus hogares.

En la parroquia San Isidro de Maracaibo, en el estado Zulia, este domingo 21 de abril, Bianca Almarza y su familia amanecieron sin electricidad. A las 7:00 am sumaban 17 horas sin luz en el sector, y en todo el municipio Jesús Enrique Lossada. La del sábado 20 de abril fue otra de las tantas noches que han pasado sin dormir por el calor y los mosquitos; los más perturbados por la falta de descanso fueron los niños, como su hijo Jesús David.

“Además el gas doméstico no está llegando a la comunidad”, relató la educadora y comunicadora social. Por esa razón, ella y sus vecinos debieron regresar a métodos rudimentarios: “Nos toca cocinar a leña”.

La falla generalizada del servicio eléctrico este fin de semana en la Costa Occidental del Zulia fue atribuida a una avería en la línea 138KV Cuatricentenario-Rincón, que afectó las subestaciones Paraíso y Amparo, de acuerdo a la información de Corpoelec.

Sin embargo, en la comunidad de Bianca viven afectados desde mucho antes, situación que se agudizó tras los megaapagones que afectaron a todo el país en el mes de marzo. En el mejor de los casos, tienen luz 12 de las 24 horas del día, distribuidas en unas seis horas en la mañana y seis de noche.

Cambio de horarios

El sector rural de Las Adjuntas del municipio Paz Castillo, en el estado Miranda, fue uno de los más afectados durante los apagones durante el mes de marzo. En esa y otras zonas aledañas de la parroquia Santa Lucía llegaron a sumar hasta 90 horas continuas sin el servicio eléctrico.

Desde principios de abril, cuando comenzó formalmente elracionamiento que anunció el chavismo gobernante, Elvianys Díaz descargó los horarios del plan para intentar organizar su jornada de trabajo como periodista freelance desde casa. Sin embargo, estos no se correspondían a cómo se ejecutaban los cortes.

“Era más un proceso de adivinanza de qué hora se iba a ir ese día la luz. Yo que solía trabajar en las mañanas y tuve que acostumbrarmetrabajar en las tardes y noches porque, por ejemplo, se iba la luz a las 10 am y llegaba llegaba a las 4:00 pm”, contó. “No había un patrón para seguirle el paso, eso me generaba gran estrés y era un problema al sentarme a escribir”, narró la joven.

Díaz vive con sus padres, abuelos y su hermana de 7 años de edad demuestra la ansiedad por saber si habrá o no luz, o cuánto tiempo contarán con el servicio. Sumado a esa situación, desde hace cinco años en el sector se averió el tanque que surtía de agua a toda la comunidad de Las Adjuntas.

“Las tuberías se dañaron, las dejaron descuidar. Tenemos que comprar el agua de cisternas porque no recibimos de la calle e Hidrocapital no nos abastece. La otra opción que nos queda es trasladarnos hasta los bomberos que queda a cinco minutos de mi casa y llenar potes y bidones para las tareas diarias, que incluyen hervir el agua para cocinar”.

Apelar a la solidaridad

La adversidad en medio del apagón, afortunadamente, también aflora gestos de solidaridad. Para Ana Martínez que vive con su mamá María Teresa, de 83 años de edad, en un edificio ubicado en El Peñón, municipio Baruta, encontró el gesto en una vecina.

Durante los apagones del mes pasado, su hermano regresaba con su mamá a casa cuando ocurrió otro apagón general, por lo que no funcionaba el ascensor y, para María Teresa, subir a pie seis pisos hasta su apartamento representaba un gran desafío, ya que además de sumar dolencias en las rodillas y en la cadera, padece de una enfermedad mental.

La vecina de Ana que vive en planta baja le ofreció alojar a su madre mientras regresaba la electricidad. La acción se convirtió en un alivio en medio de los episodios difíciles que les toca vivir cuando fallas los servicios más básicos.

Algo similar vivió Samanta Vivas, residente de urbanización La Rosaleda en San Antonio de Los Altos. Ella cuida de su mamá, Petra Borges de Vivas, de 64 años de edad, quien debido a un avanzado enfisema pulmonar debe estar conectada a un respirador mecánico.

Con los cortes eléctricos tuvieron que correr más de una vez a un ambulatorio militar cercano a su hogar para que pudieran asistirla. Sin embargo, hace unas semanas les prestaron a la familia una planta eléctrica, aparato que les permite tener más tranquilidad para tenerla conectada al oxígeno en casa, ante la incertidumbre de quedarse una vez más a oscuras.

Fuente: Efecto Cocuyo.

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